Romina Ríos, una joven riojana de 18 años que vino del interior de la provincia a la capital con el sueño y las ganas de crecer en lo profesional.
El 12 de febrero del 2015, la última vez que su madre supo de ella.
¿Qué hizo la policía?
Se negó a tomar la denuncia porque «seguro está con algún noviecito», «tendrías que haberla cuidado mejor».
El 14 de febrero, dos días después, Romina fue encontrada sin vida en un descampado. Con impactados de bala, golpes, fracturas y calcinada.
¿Quién la mató?
El entonces recién graduado de la policía Pedro Ortiz, que la asesinó con su arma reglamentaria, que obtuvo ese mismo día.
Tras una larga demora en el sistema judicial en septiembre de 2016 comenzó el juicio.
Pedro Ortiz confiesa haberla matado, arrojado su cuerpo a un descampado, haber viajado a su pueblo natal, haber visitado a su hijo y esposa, y haber regresado a primera hora de la mañana a trabajar.
Al salir del trabajo como si nada hubiese pasado, volvió al baldío en donde se encontraba el cuerpo de Romina aún con vida. Rocío su cuerpo con alcohol y lo prendió fuego.
Este 14 de octubre, con varias irregularidades a la hora de comunicar la lectura de la sentencia, se conocería el resultado para la justicia.
La gente se reunió en la esquina del juzgando, ya que la fuerza policíal habría cercado con vallas toda la cuadra.
El sol riojano se hacía sentir con todas sus fuerzas, la gente se encontraba reunida escuchando la sentencia por medio de una radio. Se empezaron a impacientar, y tras tres horas y media de esperar se supo lo esperado: No fue un accidente, Pedro Ortiz es un femicida, condenado a cadena perpetua.
Este paso importatísimo fue el primero: los cómplices también son responsables. Y el Estado, también.
Romina está en cada una de nosotras, en la fuerza de nuestros gritos y en la fuerza de la lucha.
Romina presente, ahora y siempre.