2 diciembre, 2016
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Y ahora qué haremos: haremos La Poderosa en Cuba

* Por Delia Granado Duque.
Hija de Alberto Granado, copiloto del Che.

 

¿Cómo explicarles ahora, en medio de la Plaza, en medio de tanta gente, en medio de tanto dolor, cuánto ha significado el grito de esa Garganta hacia adentro de nuestra familia? Desde aquella moto que bautizaron mi padre y Ernesto, hasta esta organización internacionalista que supo mantenerla en movimiento, para mí, La Poderosa significa la Revolución, significa la lucha contra todo lo que está mal hecho, significa la búsqueda de un mundo mejor.

 

Mi padre tuvo la suerte de haber encontrado al Che y a Fidel, para poder encausarnos a todos nosotros en la inmensa dignidad del pueblo cubano, ¡pero qué digo suerte! No existe la suerte y tampoco las coincidencias. ¿O cómo nos hemos reunido acá, La Poderosa y la sangre de Alberto Granado, en el corazón de La Habana, justo para enfrentar este momento tan duro? Ninguna casualidad: los revolucionarios contamos con una gran ventaja, la capacidad de reagruparnos a toda hora, porque vamos a lo largo de nuestras vidas andando por los mismos caminos. ¿A quién se le ocurre que todo esto pudiera ser fortuito? Juntos estamos, porque juntos venimos persiguiendo una misma causa, con la misma convicción determinante: no permitir que nadie deje morir al Comandante.

 

Cuando allá decidieron iniciar una revolución villera y, para mejor, bautizarla como «La Poderosa», en acuerdo con mi padre, él regresó a Cuba entusiasmado y lo contó en la mesa familiar, porque consideraba indispensable la participación de los jóvenes en las grandes transformaciones. Fidelista como era, destacaba el valor de esa experiencia en su patria natal, porque entendía que cada país debía recorrer el rumbo hacia su propia revolución. Y ese camino, en la Argentina, como ustedes bien lo saben y lo gritan, sólo se puede construir desde la unidad.

 

Alberto Granado era un hombre sencillo, un hombre de pueblo, un hombre que nunca fue uno, siempre fue muchos. Un hombre que se formó con amigos, como Ernesto y Fidel. Por eso, cuando se presentaba en cualquier ámbito social, solía decir que para políticos estaban esos dos gigantes y que su mérito, su gran mérito, era haberlos hallado. ¿Pero qué decir del Comandante ahora? Que ha sido el héroe del siglo XX, del siglo XXI y de todos los siglos que vayan a venir. Un héroe capaz de transmitir el valor de los valores. Un héroe capaz de movilizar estas masas genuina y desinteresadamente. Un héroe siempre combativo. Pues aquí no van a encontrar a su pueblo apesadumbrado, ni abatido, sino más bien a su pueblo de pie, dispuesto a seguir peleando como él nos enseñó: leyendo, superándonos y fomentando un espíritu crítico que nos permita luchar, para seguir mejorando todo lo que deba ser mejorado.

 

No se puede olvidar la historia. Con certeza revolucionaria, podemos afirmar que aquí seguirá gobernando el pueblo, aferrado a sus raíces y abrazado a su Revolución, como siempre lo hemos hecho, porque así nos ha formado Camilo y porque desde hoy contamos con este poderoso legado, el legado de nuestro Comandante, que nos hará invencibles. Un genio, un estadista, un socialista consecuente, preparado para pensar el mundo de los explotados, esos invisibles a los que todo el universo puede ver ya mismo en cada rincón de la isla, flameando sus banderas.

 

De aquí en adelante vamos a trabajar todos juntos en esta tierra, todos los días, todo el tiempo, para poner en marcha al movimiento La Poderosa, también en Cuba, porque no hay Revolución posible sin internacionalismo.

 

Y eso también, lo aprendimos de Fidel.

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