22 junio, 2017
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Amigos son los amigos

 

* Por Alfredo Zaiat,
para La Garganta Poderosa.

 

¿Cómo se puede explicar que diez generaciones de argentinos deban pagar el bono de 2.750 millones de dólares que acaba de emitir el gobierno nacional? En pocas y sencillas palabras, se trata de un negocio extraordinario… Para los inversionistas. ¿Por qué? Porque además la deuda fue contraída a una tasa de interés altísima, del 7,19 por ciento. ¿Eso es mucho? Un bono a 100 años no es común en el mercado financiero internacional y menos todavía en América Latina, puesto que solo México ha emitido uno de estas características, pero a una tasa del 5,35.

 

Las tasas de intereses tan altas generan un negocio muy lucrativo para estos fondos, pero no benefician en nada a la Argentina. Cada año, a partir de ahora y durante un siglo, tendremos que pagar 196 millones de dólares. Sí, 196 millones de dólares, leyeron bien. Ya para 2031, los inversionistas habrán cobrado todo lo prestado, pero los 86 años restantes nosotros seguiremos abonando los intereses de la deuda. ¿Queda claro por qué resulta una operación ruinosa para nuestro país?

 

Buena parte de lo prestado le pertenece a importantes empresas administradoras de dinero, los “fondos de pensión”. Y se dice que 200 de esos grandes inversores compraron los bonos a 100 años, operando a través de los bancos HSBC, Citi, Santander y Nomura, ya que la plata pasa por esas entidades y ellos se la entregan al país.

 

Con semejante emisión de deuda, se intenta exhibir al país como un lugar más confiable para los inversores internacionales, debido a que la Argentina fue ubicada como un mercado de capitales fronterizo y eso representa un gran riesgo para los capitales especulativos extranjeros. De hecho, esto mismo intentó lograr con otras maniobras similares, como el pago a los fondos buitre y la obediencia debida al sistema financiero. Pero encima hay también otros intereses en juego, como bien sabe Luis Caputo, ministro de Finanzas de la Nación, otrora miembro del Deutsche Bank y el J.P. Morgan…

 

En definitiva, sólo se trata de una nueva estrategia de marketing para impostar cierta buena impresión en la antesala de la campaña electoral, simulando que ahora el mundo confía en la Argentina, tal como afirmó Clarín en su tapa. Eso es, una movida de sometimiento al capital financiero y, por consiguiente, un proyecto de penuria destructiva para nuestro país. Eso es, un negocio para los amigos financistas del gobierno.

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