27 julio, 2017
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Luche y que se escuche

* Por Raquel Papalardo, 
rectora cesanteada del Mariano Acosta. 


Trato, sinceramente lo intento, pero no puedo ocultar cuán dolida estoy por el cese de actividades que me impusieron, sin previo aviso, porque jamás imaginé que después de trabajar 40 años en el mismo lugar, me terminarían echando “por no haber presentado en tiempo y forma los papeles de la jubilación”. Yo no creo que se trate de un tema político, ¡estoy absolutamente convencida de eso! Porque sí, he defendido al Mariano Acosta en todo momento, desde 1977, cuando comencé a trabajar como docente. Y más aún cuando tuve el honor de asumir como rectora, diez años atrás.

 

 

Sin embargo, aun así, esta decisión no puede ni debe borrar tantas décadas y tantas emociones, que me hacen sentir orgullosa de haberme brindado al colegio, ese colegio que ahora se brindó a mí, con el apoyo incondicional de los padres, los amigos, los alumnos y los ex alumnos, que luchan por mi reincorporación, porque conocen la historia y porque no le encuentran justificación a lo que pasó. 

¿Qué pasó? Tres días después de reintegrarme a la institución, tras haber sufrido un accidente, el 20 de abril por la mañana apareció la Policía, argumentando que debía custodiar una supuesta marcha, cuando en realidad los estudiantes iban a realizar una clase, puertas adentro, a favor de la educación pública y del reclamo docente. Pasado el mediodía, un oficial ingresó al establecimiento con su arma reglamentaria, para «controlar» esa movilización que no existía y, por supuesto, decidí denunciar la irrupción. Entonces sí, oh casualidad, una semana más tarde me abrieron un expediente, estipulando mi cesantía. 

Curiosamente, esta vez actuaron rápido, porque la voluntad para darme de baja evidentemente era grande, pero el pedido que los padres realizaron ante la Justicia por el amedrentamiento policial no corrió a la misma velocidad: ¡todavía descansa en el archivo! Cómo podría entonces no sentirme así, triste y enojada, a veces deprimida y siempre convencida, ¿pero qué puedo hacer? Y sí, ponerme de pie, inspirada en otras y otros que han enfrentado situaciones similares por amor a lo público, gritando a contramano del sector que lo denosta, para salvar a esa escuela que crece por encima de cualquier arbitrariedad…

El Mariano Acosta le pertenece a toda la sociedad.

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