5 julio, 2017
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Ni luz, ni cámara, ni acción

* Por Jorge Trejo, tío de dos niños asesinados,
por la desidia de EDESUR y el Municipio de Lanús.

 
Quizá no tengan ganas de leer. O tal vez, les parezca un tanto largo, pero cuando uno se sienta a escribir sobre los escombros de su hogar y las cenizas de dos sobrinos, necesita vomitar hasta por los dedos. Acá, abajo del teclado, quedaba nuestra casita, en el Barrio San José Obrero de Villa Caraza, Lanús, donde vivíamos junto a mi compañera, que quisiera escribir conmigo, pero no logra dejar de llorar. ¿Cómo abajo del teclado? Claro, porque estamos sentados sobre el hollín, porque la Municipalidad prometió traer un remolque para llevarse las ruinas, pero lo hace a cuentagotas. Ya pasaron dos semanas desde el incendio que se llevó la vida de mi hermano y sus dos hijos, Alexis y Danielito. Mi otro sobrino, Brando, que apenas tiene 11 años, sigue recuperándose de las heridas. Todos vivíamos aquí, en el mismo terreno, nosotros adelante y ellos atrás…

Ahora hay un silencio taladrante.
Y un dolor que no se va nunca más.

La madrugada del 21 de junio, mi sobrina prendió una vela que se consumió sobre un mantel, una vela que bien pudo permanecer apagada, de no haber sido por los 20 días que la empresa EDESUR nos dejó sin luz. Pero no, lo sé, esto que pasó con mi familia no fue algo extraordinario, sino un hábito de la empresa sobre las villas. Sin ir más lejos, nueve días antes, en el barrio Acuba, pegadito al nuestro, murieron otras 4 nenas, producto de otro apagón y otra vela.

Seguro no lo vieron por televisión:
nunca entramos en el guión de la novela.

Tres semanas sin que la intendencia de Lanús nos atendiera, mientras EDESUR se ocultaba en su propia oscuridad. Tres semanas esperando y recibiendo las facturas de la luz, ésas que debimos abonar igual, aunque se nos haya derrumbado la casa. Aunque se nos haya derrumbado la vida. Mes a mes, pagamos el servicio eléctrico como podemos, pero la luz se vuelve a cortar, bajo el techo del infierno que terminaron sufriendo nuestros chicos.

El derecho al invierno,
sigue siendo para ricos.

Ni la empresa ni el Ente Nacional Regulador de la Electricidad les dieron cabida a nuestros reclamos, porque no existimos para ellos. Y encima, cuando fuimos a protestar a la compañía, nos sacaron cagando con la Policía. Dónde estaría el intendente, Néstor Grindetti, ¿no? Quién sabe, los vecinos no sabemos, porque ni siquiera lo vemos para traernos la cruz.

Tampoco entramos en su gobierno.
O quizá, no llegó por la falta de luz.

Perdimos todo, todo, pero todo lo que teníamos. ¡Y qué carajo nos importa lo material! Escribo, grito, vomito y sangro, por mis queridos enanos, porque no lo termino de asimilar. No pasa una sola noche, que nos podamos acostar sin llorar. No hubo noticia, no hay justicia, el Estado se lava las manos y nosotros nos sentimos ciudadanos clandestinos, abandonados en este lugar…

Las sonrisas de mis sobrinos,
no se podrán apagar.

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