25 julio, 2017
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«Que se haga justicia, para respetar su dignidad»

 
*Por Rosa Martínez, mamá de David Moreno, asesinado por la Policía cordobesa.
 
David era un chico inquieto, travieso, feliz de la vida, a quien le encantaba pescar junto a mi esposo y sus hermanos. Donde veía agua, tiraba su cañita. Y pasaba horas enteras jugando a la pelota, hasta que la crisis nacional de 2001 nos envolvió también a nosotros, de la peor manera. Fueron tiempos muy duros. Él estaba terminando primer año y se había llevado un montón de materias, en medio de un grave problema familiar: yo estaba luchando contra el cáncer. Me operaron, empecé a recuperarme y casi como una súplica le pedí: “Tenés que pasar de año”. Lo recuerdo sentado a mi lado, estudiando con un cuadernito. El 18 de diciembre vino contento a abrazarme: “Dice el preceptor que me vayas a anotar a segundo”. Solo le había quedado matemáticas. Por eso, al día siguiente lo fui a inscribir.
 
Y al otro día, me dejaron sin ganas de vivir.
 
Ese fatídico 20 de diciembre se frustraron todos sus planes. En medio de la crisis social, mi hijo se arrimó a un minimercado cerrado que estaba a tres cuadras de casa, porque se rumoreaba que algunos punteros repartirían bolsones de comida. David no fue a saquear, ni a destruir, pero terminó sumergido en la represión. A los policías que estaban apostados ahí, se le sumó la Infantería, que comenzó a disparar con balas de plomo. Primero contra un árbol, para disuadir. Y luego hacia la gente. Dos de ellas impactaron contra él, una en el cráneo y otra en el codo izquierdo. Dos de las nueve que tiró su asesino, el policía Hugo Cánovas. Así terminaron con su vida e hirieron a otras dos personas, que no murieron de milagro.
 
El autor material llegó en libertad a un juicio que comenzó casi 15 años después del crimen, acusado de homicidio simple, lesiones graves y disparos de arma de fuego. Pasó tres años en prisión preventiva pero lo soltaron por la inacción del Poder Judicial en complicidad con el Ejecutivo, comandado por José Manuel de la Sota, que fue quien ordenó aquella represión.
 
Desde el primer día se buscó encubrir el caso. Y hasta el mismísimo jefe del operativo, Luis Farías, se lavó las manos: “Cada policía es responsable de sus actos”. Sin embargo, su lema no aplicó para él, que fue el encargado de levantar las vainas servidas y borrar las pruebas. ¿Cómo salió de prisión la persona que alteró la escena del crimen? Pagó una fianza ¡de 750 pesos!
 
Pasaron 15 años en los que sufrimos amenazas, hostigamientos, e incluso ofertas para comprar nuestro silencio. Sí, intentaron sobornar el amor que sentimos por quien nos quitaron. Pero superamos cada obstáculo y conseguimos llegar al día de hoy, a este instante en el que faltan pocos minutos para escuchar la sentencia que, esperamos, resulte una condena ejemplar. Lo necesitamos por la familia, pero sobre todo por mi hijo, para que se respete su dignidad y pueda descansar en paz, sabiendo que no siguió reinando la impunidad.

 

 

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