Hoy vomitó la garganta de Clarín, sí, por fin. Mirá, ahí está, bien desparramada su verdadera esencia, toda chorreada entre la apariencia y sus lujos, por otra nauseabunda catarata de flujos que cayó sobre un fiasco y una simple charlita. Un asco, ¡mejor guardarlos en una bolsita! Pero pará, bancá, antes chusmealos. Son repugnantes, ok, pero revisalos: hay sobras de racismo y pedacitos de odio que parecen periodismo, entre cachitos de información y trocitos de plata.
¡Hicieron erupción los gritos de Jorge Lanata!
Explotó, no soportó debatir con su propia forma de mentir. Balbuceó, tergiversó, difamó, evadió, delegó, ironizó, censuró, estalló, insultó y abandonó, frente a la denuncia de una organización que expuso la manipulación que perpetraron, para llevar a la televisión al personaje que mostraron como responsable de todos tus males, cargándole otra cruz, como si no hubiera estado coercionado por las fuerzas policiales de Lanús. Así, con la letra guionada y media familia amenazada, un pibe debió dar cuenta del testimonio que garantiza la venta, regando el estigma sobre nosotros y el miedo sobre tantos otros, como si hubieran dado con un terrorista, cuando exponían a un pibe vulnerado desde todo punto de vista. A su nombre, todos los títulos amarillos, todos los cargos, todas las miras y todas las ratas absortas…
Pero aun con bolsillos largos,
las mentiras tienen patas cortas.
Como un imponente viento, sus seguidores se toparon con música para nuestros oídos: Juan Grabois, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos, no sólo denunció los cohechos y la opereta, sino que defendió los derechos del niño en todo el planeta, porque sí, amenazarlos está mal. Y hasta ahí, todo normal, entre un pestilente empleado de pulpos comunicacionales y un humilde referente respetado por las organizaciones sociales. Ahora, el cierre de la «conversación», ese patético desenlace de la «comunicación», termina de cortar la cuerda: «Grabois, andate a la mierda». Pfff, perdón, amo de la televisión o todas sus giladas, pero ese grito no lo vamos a permitir, porque cuando las cloacas están tapadas, ese barbudito suele venir, aunque pierda o aunque cualquier erudito lo destroce:
Grabois viene de una mierda, que Lanata no conoce.
A vos,
querido Juan,
seguí luchando comprometido,
seguí gritando por el pan,
seguí tirando de la cuerda,
seguí desbaratando relatos:
¡Seguí llevándoles la mierda!
Y que muestren sus zapatos.
A usted,
recayente sin red,
mejor cállese,
ya no pierda,
ya no reviente,
ya no meta la pata:
¡Váyase de la mierda!
Que ya ganó suficiente plata.