* Por Fernando Jones Huala,
hermano de Facundo, dirigente mapuche, preso político.
Ayer, otra vez, nos volvieron a reprimir. Y hoy, otra vez, no rinde como noticia ese brutal hostigamiento al Pueblo Mapuche, que ya se volvió costumbre. Yo vi todo, desde adentro del juzgado, donde estaba exigiendo la libertad para mi hermano, preso ilegalmente desde hace un mes, en el Penal de Esquel, acusado de «terrorismo». Afuera, mi familia, mis compañeros y algunas organizaciones sociales reclamaban lo mismo, cuando arrancaron con otro show de violencia y racismo. Vi cómo le rompían los dientes a mi prima, Romina Jones Huala, antes de llevársela arrastrando, con la boca sangrando. Vi cómo llenaban a los nuestros de moretones. Y vi cómo poco a poco nos iban cercando, entre la Seguridad Aeroportuaria, la Gendarmería y la Policía rionegrina. Aparecían de a dos, de a tres, de a cinco y, cuando ya estaban por todos lados, empezaron los disparos, los gritos y el horror que nunca se hace eco en las cuevas del periodismo, que permanece callado.
Eso no es terrorismo,
es terrorismo de Estado.
Detuvieron a seis hermanos, de quienes no supimos nada durante el resto del día. Cargando los golpes y la impotencia, los buscamos por las comisarías y juzgados, todos aterrorizados porque nadie nos daba ninguna respuesta, hasta que los denunciamos como desaparecidos. Y entonces sí, recién ahí nos avisaron que los tenían en una central de la Policía Aeroportuaria. Pero la pesadilla apenas empezaba… Alrededor de las 7 de la tarde, mientras esperábamos pacíficamente alguna información en la puerta de la seccional, se nos vinieron de nuevo encima los efectivos. Primero, golpearon a las personas que estaban en la vereda, entre ellas mi primo, Emilio Jones Huala, que sufrió una fractura de mandíbula en enero, durante las represiones. Y nuevamente se lo volvieron a llevar sin motivo, en otra cacería indiscriminada. Fue trasladado junto a otros 8 manifestantes, hacia el escuadrón 84 de Gendarmería, donde debieron pasar la noche, lejos de su casa, sufriendo todo tipo de daños.
Una noche que no pasa,
desde hace 500 años.
Cuando se crece en un barrio marginado, intentando escapar sistemáticamente de semejante persecución, de pronto uno se halla viviendo en estado de alerta, siempre a la espera de algún atropello más. Y sin embargo, a pesar del hostigamiento constante, estamos fuertes como comunidad, muy fuertes, entendiendo que debemos enfrentarnos a todas las empresas transnacionales que vienen ejerciendo la violencia sobre nuestro pueblo mediante las instituciones políticas de los Estados. Porque sí, esta resistencia por preservar el equilibrio natural que armoniza la vida en el planeta será una lucha y una responsabilidad de toda la especie humana. Ojalá sirva este grito y ojalá luches contra los que dividen, en favor de su propio progreso…
Somos mapuches,
nunca se olviden eso.