12 enero, 2018
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«Gracias, compañera»

 
 
* De Rubén, hijo de Jorge Julio López,
para Mariana, ex hija de Miguel Etchecolatz.

Todas, todos, quienes conformamos la resistencia popular, quienes no queremos genocidas libres, quienes no aceptamos represores sin condenas, debemos asumir hoy el rol histórico que nos toca. Y sí, cada uno lo hace en el momento que puede. A mí me llevó 10 años comenzar a participar de las movilizaciones y a Mariana, ex hija de Miguel Etchecolatz, le tomó varios más poder contar su historia. Por eso, le agradecí la carta publicada en La Garganta y ahora la vuelvo a felicitar desde la misma trinchera, por toda esa valentía para dar testimonio del calvario que vivió desde su niñez.

Mariana es una compañera de lucha.

A quien alguna vez fue su padre, Miguel Etchecolatz, no lo beneficiaron con la prisión domiciliaria: le concedieron una libertad domiciliaria, un indulto encubierto que me llena de bronca e indignación, como a ella y a todos ustedes, porque lo veíamos venir a partir de agosto del 2016, cuando recibió la primera domiciliaria tras fraguar los registros médicos. Aun así, no esperábamos que, apenas dos años después, uno de los peores símbolos de la dictadura estaría en su casa.

Por lo visto, la única manera de reafirmar que los genocidas deben cumplir sus condenas en una celda sigue siendo la ocupación masiva de las calles, tal como ocurrió ayer y cuando quisieron beneficiar con el 2×1 al genocida Luis Muiña. Más que nunca, nos toca estar atentos porque ya existe un precedente y porque el poder político presiona a los jueces, intentando quebrar la lucha de quienes llevaron adelante los juicios, los querellantes y los testigos…

No obstante, a pesar de todo esto y de todos esos, aún mantengo la esperanza viva de lograr justicia para las víctimas de la dictadura, una conquista necesaria que todavía nos llevará mucho tiempo y trabajo. Y que seguramente no se conseguirá con este gobierno. Pero no hay que olvidar que los represores son los responsables de 30 mil ausencias y que, como bien dijo Mariana, con el alma en carne viva, ¡el único lugar que les corresponde es la cárcel común y efectiva!

 

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