* Por Orestes Pérez Pérez,
embajador de Cuba en la Argentina.
La democracia cubana está apegada a nuestras tradiciones, a nuestra historia, a nuestra vida política, donde mediante la voluntad popular se desarrolla un sistema capaz de garantizar la concurrencia plena a votación, desde las comunidades. Pues el pueblo en su conjunto forma parte activa del acto electoral, un proceso que tiene como base a una democracia participativa, mucho más participativa que la dinámica «representativa» propuesta por los partidos políticos tradicionales de los gobiernos liberales.
Sin lugar para las grandes campañas publicitarias que derrochan millones de dólares, en Cuba se difunden simples biografías, sencillamente colocadas en lugares visibles de los barrios. Y eso resulta suficiente, para que la gente pueda decidir con información fidedigna. Así, la elección se construye desde la base, desde la calle, empezando por asambleas municipales y provinciales, hasta llegar a la Asamblea Nacional, que define al Consejo de Estado y éste, al presidente. El resultado de todo ese engranaje fue la decisión casi unánime que nombró ayer al sucesor de Raúl Castro:
Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Dirigente de las nuevas generaciones cubanas, con 57 años, Miguel es ingeniero y ha sido miembro del Buró Nacional de la Juventud, además de Primer Secretario del Partido Comunista en las provincias de Villa Clara y de Holguín. También fue ministro de educación superior y, en los últimos tiempos, se desempeñó como vicepresidente de los Concejos de Estado y de Ministros. Cuadro joven, pero de vasta experiencia, ha estado muchos años junto a la dirigencia histórica de la Revolución, creciendo y conociendo, preparándose para la gran tarea que ahora tiene, como presidente de Cuba. Porque sí, sobre todas las cosas, se preparó para esto, ¡para llevar a cabo la continuidad!
De eso, no tengan duda.
No hay nada más cercano a lo que está ocurriendo que la mismísima continuidad de un proceso revolucionario que va llegando a sus 60 años. Miguel, como cada uno, tendrá su estilo de trabajo y su manera de conducir al país, pero la esencia permanece intacta.
Las viejas y nuevas generaciones tienen hoy el propósito de perfeccionar el socialismo, de hacerlo más productivo, más eficiente, más inclusivo y mucho más participativo todavía de lo que ya es. Y claro que no estará solo. Allí estará el pueblo y también estará Raúl, que deja la presidencia, pero no se va a ningún lado. Hasta 2021, seguirá siendo el Primer Secretario del Partido Comunista y acompañará, como dijo en su último discurso, siendo un soldado más de la Revolución.
A lo largo de la historia, incluso con escenarios más complejos aún en América Latina, Cuba ha enfrentado a los gobiernos que no comulgaban con sus ideas. Poco a poco, esa dura batalla fue ganando el afecto y el apoyo popular. Siempre con los humildes y para los humildes, se ha pensado en el crecimiento de toda la población, aplicando con profundidad las medidas necesarias. Actualmente, el contexto internacional es muy complejo y el avance de la derecha en todo el continente, con su asedio permanente a Venezuela, nos obliga a encarar el reto de seguir apostando a una integración genuinamente latinoamericana y caribeña, porque la unidad es la única solución posible.
Aquella generación que condujo la Revolución nos ha llevado hasta hoy, a los índices más altos del mundo en desarrollo humano, mediante el acceso real a la escolaridad, la cultura, la salud, el deporte… Por eso, el pueblo continúa ese legado, mientras defiende la independencia, la soberanía y la dignidad que nuestros históricos compañeros supieron sostener durante seis décadas, desafiando al sistema más cruel.
Allá vamos, los cubanos,
por la senda de Fidel.