1 mayo, 2018
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La fuerza del trabajo


 
 
* Por Maximiliano Gómez,
Detenido y decomisado por vender sándwiches de salame.
 
Hace diez años, cuando tenía 16, empecé a vender sándwiches en la calle, siguiendo una tradición familiar. Y hoy debo gritar que laburar en la vía pública está cada vez más jodido, pero no me refiero únicamente al episodio conocido por algunos, cuando la Policía de la Ciudad incautó mi canasta alegando que ahí “no se puede trabajar”. Aquel día, es todos los días. Sólo quienes ponemos el lomo sabemos cuántas veces, cuántas miles de veces, nos han dejado partidos, con la canasta vacía.
 

 

Y eso no es lo peor: muchas veces, muchas más veces incluso, nos han dejado la canasta llena, porque la gente no tiene un mango y nadie llega a fin de mes, mientras uno ve cómo crece la oferta callejera como si fuera el eco de los despedidos que siguen multiplicando…

 

 

Dentro de la mierda que me tocó atravesar ese 21 de marzo, hoy quiero brindar por ustedes, compañeras y compañeros de nuestra clase trabajadora, porque sincera y profundamente me sorprendió haber recibido tanto apoyo, tanto cariño, tanta solidaridad. No sólo brindándome palabras afectuosas, ¡sino también comprando sanguchitos de salame! De hecho, no pude cumplir con todos los pedidos, así que ahora quería cumplir con todos los agradecimientos…

 

 

Me ponen orgulloso, ustedes, me ponen orgulloso de ser quien soy, de ser quienes somos. Y hasta hoy siguen llegándome mensajes, que ojalá se vayan traduciendo en la mayor unidad posible de todos los laburantes, en honor a nuestra propia calidad de vida.

 

 

Por lo pronto, eso, ¡gracias! Nunca voy a olvidar cómo me abrazaron con todos esos brazos, ni qué acompañado me sentí, el día que me quisieron dejar solo.

 

 

Al gran pueblo argentino,
¡salú!

 

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