27 junio, 2018
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¡Queremos que se haga justicia!

 
*Por Verónica Luna, madre de Orlando Javier Luna.

 

El 1 de junio, parecía haber sido un viernes más.

 

Esa noche mi hijo se encontró con amigos y salió a divertirse. Alrededor de las 22.30, se encontraba en el centro de la ciudad cerca de la Costanera con unos amigos. Mientras caminaba sólo unas cuadras, la Policía de Formosa lo interceptó, lo detuvo, y lo subió al patrullero. Según el relato policial lo alzaron porque estaba alcoholizado y causando disturbios en la vía pública. Una hora más tarde de detenerlo lo encerraron en una celda de la Comisaría 1ra.

 
Alrededor de las tres de la mañana golpearon la puerta de mi casa. Abrí y un policía me dio la noticia más triste que puede recibir una madre.
 

Yo ni siquiera sabía que él estaba detenido. Y ahora estaba muerto. Me dirigí corriendo a la Comisaría, donde me dijeron que él mismo se había ahorcado. Yo estaba desesperada: ¡Eso era imposible! Mi hijo no se iba a quitar la vida, menos teniendo su hijita de 5 años, Yoseline, esperándolo en casa.

 
Cuando llegué quise entrar a la celda para verlo, pero no me lo permitieron porque decían que contaminaría la escena… ¡Yo solo quería verlo! Comprobar que era él, porque no lo podía creer. Llegó la ambulancia del Servicio Integrado Provincial de Emergencia y ellos sí ingresaron junto a un montón de gente entre forenses, peritos y la jueza Karina Paz.
 

El relato policial se encargó de demonizar a mí hijo en los medios locales. Todos los micrófonos se los pusieron a ellos. Dijeron que Orlando se suicidó atando su buzo a los barrotes de la celda, y que sentado en el piso impulsó su cuerpo hacia adelante hasta morir. Que los medios hayan replicado esa información fue una burla tan grande como el parte oficial que habla de suicidio.

 

La autopsia determinó que la causa de la muerte fue asfixia por ahorcamiento. Sin embargo, cuando el forense me entregó el cuerpo para su inhumación, tenía muchos golpes, moretones, raspones, y una clara marca en el cuello similar a los precinto que la policía utiliza para esposar. Un buzo no puede dejar jamás una marca como esa.

 

A Orlando lo tuve a los 16 años con 6 meses de gestación, fue el primero de mis seis hijos, luche mucho por sacarlo adelante, para que vengan unos uniformados que se creyeron con derecho de decidir si merecía vivir o no. Nos arrancaron un hijo, un padre y un hermano.

 
En esta provincia muchos piensan que los pobres somos ignorantes, pero no es así. Nuestra riqueza más grande es la vida misma. Y la mía, me la destruyeron.
 
 
Y ahora que ya no tengo a mi hijo, quiero justicia. Si me equivoco en lo que digo que me lo demuestren, pero que se investigue. No pararé hasta saber la verdad.
 

Y voy a luchar por mi hijo, ¡n me puedo quedar callada! Quiero que él pueda descansar en paz. Porque hoy fue Orlando, pero tengo otros hijos, sobrinos y vecinos, y mañana le puede pasar a cualquiera de ellos.

 

Desde el fondo de mi corazón grito: ¡Justicia por Orlando!

 
 
¡Ni un pibe menos muerto
en manos de las fuerzas de seguridad!
 
 
 
 

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