Por Rosana, hermana de Olga Meckler, asesinada el 14 de marzo de 2012
Olga tenía 34 años, era la menor de cuatro hermanas, la más inteligente, la abanderada y, además, una gran madre. Mi hermana fue víctima de acoso, abusos y maltrato por parte del aparto más represivo del Estado: la policía cordobesa.
Desde 2009, a mi hermana la mataron muchas veces. La primera fue poco tiempo después de haber entrado a trabajar en la comisaría de Alcira Gigena, cuando Adelqui Banegas ingresó como comisario. Ella y sus compañeras comenzaron a ser acosadas de forma verbal, sexual y mediante amenazas de muerte. Pero Olga y una compañera alzaron su voz y se animaron a denunciar al comisario Banegas, consiguiendo que fuera sentenciado a 5 años de prisión y 8 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Lejos de poder sentir alivio, a mi hermana la mataron por segunda vez cuando la trasladaron a Elena, donde el comisario Exequiel Pedraza le preguntó a los gritos: “¿Para qué te mandan acá si yo odio a las mujeres?”. Olga cargaba ya con la etiqueta de ser quien denuncia a un comisario. Como si la culpable fuera la abusada y no el abusador.
La tercera vez que trataron de matar a mi hermana fue el 14 de marzo de 2012. Ese día, mi hermana compartía guardia con Gustavo Baranosky en la comisaría. Baranosky dejó sola a Olga para irse a cenar a su casa en horario de trabajo, pero ella sabía que lo hacía solo para molestarla, así que no dijo nada. Se subió a la camioneta y en el momento que estaba acomodando el asiento, Baranosky la sorprende por detrás, le asienta el arma y le dispara, dejándola desvanecida sobre el volante. Baranosky corre hacia la comisaría para llamar a su amigo, el comisario Pedraza, sabiendo que contaba con su aval. Tardaron 45 minutos en llamar a una ambulancia para que la asista, creyendo que la habían matado. Pero eso nunca pasó, mi hermana nunca murió. Cuando Olga reaccionó, había quedado parapléjica por causa del disparo, pero pudo testificar que lo que ocurrió no fue un accidente, sino que fue un intento de homicidio. Baranosky fue sentenciado a 27 años de prisión.
El 7 de mayo de 2012, el corazón de Olga dejó de latir, pero la Justicia volvió a matarla, como si todas las otras muertes no hubieran sido suficientes, al no hacer nada con el comisario Pedraza, quien lejos de tener una condena por no asistir a su compañera o por estar acusado de tener una computadora llena de pornografía infantil, fue trasladado y ascendido gracias al aval político.
¿Y el tiro de gracia? Ese lo disparó el ex gobernador José De La Sota, quien me miró extrañado y me dijo “no sé quién es”, al ver una foto de mi hermana cuando le pedí que la mirara.
Pero a Olga nunca pudieron matarla. ¿Saben que sigue viva, más viva que nunca? Está en mis ganas de luchar, de gritar su nombre a este sistema patriarcal que quiso matarla de incontables formas. Voy a gritar tan fuerte el nombre de Olga Meckler que les va a resonar toda su vida, aunque digan que no la conocen. Lo voy a seguir diciendo a viva voz, para que cada uniformado ahí dentro se anime a denunciar a los mafiosos, como lo hizo mi hermana con su grito, que hoy es mi grito y el grito de muchas en las calles:
“Basta de mujeres muertas en manos del sistema patriarcal. Basta de violencia institucional”.