24 agosto, 2018
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Madre Coraje

 

 

Un domingo de agosto frío, helado, te despierta abruptamente la ausencia de tu hijo. La desesperación arde, quema, aumenta con el tic tac del reloj. Tiene 22 años. No hay noticias durante horas, hasta que llega la peor: el cuerpo encontrado sin vida y aquel almuerzo planificado que ya no será, nunca más. Te mataron, a vos también. Te acribillaron el alma. Te ejecutaron los sentidos. Te hicieron mierda, para siempre.

 

En esa casa humilde de Mariano Acosta, empieza una vida nueva, sin vida.

 

Después de la primera autopsia, la Policía Científica determina que el 15 de agosto de 2010 tu hijo se ahogó “ebrio en una zanja de 10 centímetros de profundidad”. ¡De 10 centímetros de profundidad! No lo creés. Y no te callás. Exigís una segunda autopsia que revela tu presagio: tu hijo fue brutalmente torturado hasta la muerte. Confirmás la sospecha de que fue asesinado por un grupo de tareas vestido de policía bonaerense. Sin embargo, la prueba no alcanza. El clan judicial la desestima y absuelve en 2013 a los once criminales de la Comisaría 6ª de Merlo que le practicaron el “submarino seco”.

 

Te imaginás a tu hijo con una bolsa de plástico en la cabeza, ahogándose con su propia respiración, mientras escuchás a los jueces Carlos Thompson, Susana De Carlo y Angélica Parera dejar en libertad a ese equipo completo de torturadores, que hasta hoy permanece en actividad.

 

En ese tribunal, jurás que no te vas a rendir.

 

Te movés de acá para allá. Te aferrás a tu abogado. Juntos descubren irregularidades. Una. Dos. Diez. Cien. Las anomalías son tan contundentes que ni sus jueces ni sus medios pueden taparlas. Varios testigos del hostigamiento sufrido por tu hijo se juegan la vida. Literal. Hablan, lloran, gritan. Confiesan. La Cámara de Casación Penal no tiene otra alternativa: anula el fallo del tribunal.

 

En esa decisión, te aferrás hasta el final.

 

Vas a fondo. Cueste lo que cueste. Exigís el jury de enjuiciamiento al trío de letrados, que no tiene otra que jubilarse para evitar el juicio político. Te duele todo el cuerpo, el corazón. Cada noche se hace imposible dormir, mirando la puerta, soñando que se va a abrir. Seguís adelante. Esa fuerza gestada en el medio de la pobreza no entiende de amenazas ni de temores. No parás. El calendario marca agosto, otra vez. Pasaron 8 años. 8 años de brutal impunidad. Y ahí estás vos en un nuevo juicio que acaba de arrancar, sentada en el Tribunal Oral Criminal 5 de Morón. Te tienen miedo porque no tuviste ni tenés ni tendrás miedo.

 

Y porque pese a tanta malicia, María, nadie pudo callar tu grito: ¡Justicia para Fabián Gorosito!