27 enero, 2019
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Los derechos no se compran

 

 

 

15 años.

 

Ese es el tiempo que lleva viviendo María Magdalena en el barrio Itá Verá, que antes fue la Villa 145 de Posadas, Misiones. 15 años de lucha, de poner el cuerpo, de aguantar lo inaguantable.

 

Cuando todo comenzó, ese territorio era un basural. Muchas personas iban al lugar a buscar vidrios y cartones, que luego vendían para  llevar el pan a la mesa familiar. 

 

Los primeros vecinos  se instalaron entre la basura, la desidia y el abandono. La villa 145 creció a contramano de las miradas rabiosas, prejuiciosas, de los barrios linderos y la ceguera del gobierno provincial.

 

En 2012, una gran noticia llegaba: ¡los habían elegido!  Serían parte del «Plan Nacional Padre Mugica». Las cloacas, el servicio de electricidad, de agua y el empedrado ya no parecían algo lejano. 

 

Casi como recién bautizados por el mismísimo Mujica, el barrio Itá Verá, que en guaraní significa piedra que brilla, se preparaba ¡por fin! para caminar  calles amplias, alumbrarse y tomar agua potable.

 

De a poco, dejaban de ser Los Nadie.

 

El sueño se cumplió a medias. O mejor dicho, las promesas nunca fueron serias. 

 

 

 

 

Al principio, las obras avanzaban y la esperanza pellizcaba la piel de cada  vecino y vecina. Comenzó la reubicación de familias que nunca habían tenido un lugar donde vivir. Los viejos pasillos se convirtieron en calles y tener luz ya no implicaba colgarse del barrio de al lado. 

 

Pero, siempre hay un pero, cambió el gobierno. El Plan Padre Mugica dejó de existir y con él, otra vez ellas y ellos, los otros. 

 

Inventaron el Plan Belgrano y pasaron todas las obras del gobierno nacional al gobierno provincial. La barriada quedó a merced del IPRODHA (Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional).  Eso fue el principio del fin.

 

Desde 2015, los pasos fueron de tortuga: siempre aparecía un problema, una falla, un inconveniente. Pasaban cosas. Todo se estancaba, menos los vecinos y vecinas del Itá Verá, que siempre acompañaron y estuvieron atentos a cada metro de asfalto, a cada poste de luz.  No había ingenieros, ni matemáticos. Aun así,  cualquiera podía darse cuenta de que las cosas no iban bien. Las obras se hacían «como venga».

 

$221.136.000 es lo que, dicen, está invertido en el barrio. Sin embargo, no hay que tener ningún título universitario para darse cuenta que todo es verso eleccionario. Alcanza con caminar una cuadra para comprobarlo. 

 

Pero el cuento no termina ahí.

 

Resulta que ahora, este gobierno planero  condena a los vecinos, a Maria Magdalena y a los que transformaron ese basurero, a purgar  el “Plan Recupero”.  De un día para otro, las tierras ya no son de quienes la trabajaron.

 

¿Los títulos de propiedad? A nombre del IPRODHA. ¿El gobierno nacional? Ausente con aviso. Y todo lo que establecía el Plan Padre Mugica, ya no es un compromiso.  

 

Hoy el Gobierno provincial  pretende obligar a cada vecino a pagar por su casa y por su terreno.  ¡Ah, sí, sí!  Para eso también tienen un plan:

 

¿Cobras menos de $10.000? Por 30 años pagarás la módica cifra de $1100 al mes.

¿Cobrás más de $10.000? Entonces son $2300.

¡Esperá!, ¿tu ingreso no supera los $4000 por mes? ¿Qué no tenés trabajo? ¡Qué pena! ¡Ese no es nuestro problema! Además está la inflación, pero eso es culpa de Nación.

 

Y así, mientras ellos planifican la miseria, las barriadas planifican  las asambleas. Las barriadas piensan, sueñan y organizan la verdadera justica social, con piedras que brillan, con alma villera.