El 6 de febrero vecinos autoconvocados de Puerto Iguazú nos organizamos y cortamos la ruta 101. El reclamo era claro y conciso: queremos (¡necesitamos!) inversión en la ciudad de Puerto Iguazú, no una villa turística. La construcción del megacomplejo no traería nada positivo a los habitantes del lugar, por el contrario los perjuicios serían gigantes. Las horas pasaban mientras bancábamos el corte con el sombrero en la cabeza y el tereré en la mano. Las autoridades brillaban por su ausencia. Hasta que apareció el intendente del Parque Nacional Iguazú y prometió un intento de diálogo con el presidente de Parques Nacionales. Pero eso no sucedió, porque desde la presidencia la respuesta fue inmediata: no habría dialogo hasta que no se levante el corte.
Todas las decisiones las tomamos en conjunto, la asamblea era el motor de la organización y era allí donde se determinaba, y donde se sigue haciendo, el plan de lucha a seguir. Así salió la respuesta a la indiferencia de las autoridades: cortar el acceso al aeropuerto, sobre la ruta 12.
Finalmente, en la tarde del mismo día, tomamos la decisión de levantar el corte pero continuar con el estado de alerta permanente. En la asamblea que tuvo lugar al día siguiente se resolvió intimar al gobierno para que en 24hs se presente por escrito la renuncia a la construcción de la villa en Cataratas, de lo contrario, las medidas de lucha seguirían en pie.
Entendemos que la villa no debe construirse porque no beneficia a la población local. Representa un negocio para los pocos que tienen mucho. Un negocio y un beneficio, porque los que van a poder disfrutar de las instalaciones en el caso de que se termine construyendo la villa, no va a ser el pueblo y los beneficios económicos tampoco van a verse reflejados en la calidad de vida de la población. Por eso, en una ciudad como Puerto Iguazú, donde no tenemos agua en muchos barrios, donde no hay luz, donde nos cortan la luz cada cinco minutos, pretender instalar esto parece una tomada de pelo, parece una provocación y una muestra de lo poco que le importa al gobierno nacional la población y la realidad que sufre.
Pasaron las 24 horas que le habíamos concedido al gobierno para su respuesta y aunque parezca mentira, después de toda la lucha colectiva, el gobierno suspendió la construcción del megacomplejo. Festejamos, gritamos y nos abrazamos. Y sí, sabemos que no es nada seguro y que lo único que hicieron fue poner el proyecto en pausa. Por eso seguiremos en las calles resistiendo cada vez que intenten avanzar. Porque las gargantas de Iguazú gritan más fuerte que nunca ¡no a la villa turística!