* Por Gabriela Roxana Monzón
Mamá de Gisela López, víctima de femicidio.
Gisela tenía 19 años cuando la mataron, vivíamos en el Barrio «120 viviendas» de Santa Elena, un pequeño pueblo cercano a la ciudad de La Paz, en Entre Ríos. El viernes 22 de abril de 2016 salió a las 22.30hs de la escuela donde estudiaba, y nunca volvió a casa. La vio por última vez su hermano a tan solo dos cuadras. Luego de 18 días de búsqueda, encontraron su cuerpo en el descampado El Bajo tapado por pastos: la habían asesinado asfixiándola con un cordón y su cuerpo tenía rastros de haber sido abusada sexualmente.
Jamás imaginé que esto podía suceder.
La flaca nació en el hospital público, se crió en Los Cuarteles: casas asentadas en barro con piezas y baños compartidos con otras familias. Vivíamos todos en comunidad, hasta que en el 2009 nos mudamos al 120 viviendas. Le gustaba salir a caminar, escuchar música, ir a pescar y jugar a la pelota en el polideportivo. Era la cuarta de ocho hermanos, trabajaba de 7 de la mañana hasta las 18hs de niñera. Llegaba a bañarse y se iba a la escuela. Estaba cursando segundo año de la secundaria y pensaba estudiar turismo.
Al día siguiente de su desaparición, el sábado, fuimos a hacer la denuncia a la comisaría 15 y no nos la quisieron tomar: nos dijeron que esperemos 48hs que seguro se había ido con un macho. Todo ese día la estuvimos buscando y recién el domingo a las 19hs logramos que nos tomen la denuncia. Cinco días después de no verla, nos llama el Fiscal Alfieri diciendo que lo habían designado por la desaparición de mi hija y que nos iba a venir a visitar. Al día siguiente de su llamado nos interrogó: la policía nos revisó toda la casa, los recibos de cobro, levantaron huellas, se llevaron teléfonos, y hasta computadoras que luego devolvieron rotas. Y encima comenzó a perseguirnos a donde fuéramos.
Necesitábamos que investigue que había pasado: pero culpabilizar a la víctima siempre es lo más fácil para el patriarcado.
Durante la investigación del fiscal Alfieri, tres hombres quedaron con prisión preventiva, acusados de Privación Ilegítima de la Libertad y Homicidio calificado por violencia de género, alevosía y críminis causae. Sin embargo, el 16 de mayo de 2017, el Tribunal de Juicio y Apelaciones de Paraná absolvió a los únicos acusados. Y a pesar de que ésta decisión había sido anulada por la Sala N°1 de Casación Penal el 20 de marzo de este año el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos confirmó las absoluciones dejando la causa sin responsables.
Cuando me enteré que estaban libres los acusados de su femicidio, se me cayó el mundo. Los veo caminar todos los días en mi barrio, como si nada hubiese pasado. No sé qué me tiene parada. Hay días que no me dan ganas de estar acá. A veces siento un impulso de ir a buscarla, entro en duda si es mi hija. Les diría a los jueces que Gisela tenía derecho a vivir y que ojalá nunca les pase lo que nos pasó a nosotros. Yo se que ellos están lejos de vivir lo que estamos viviendo, porque tienen los recursos para que a sus hijos no les pase nada y para obtener justicia. Y uno a veces no tiene para cuidar a sus hijos. Yo se que la justicia hace diferencia, a nadie le importa una chica pobre.
Quiero que el nombre de mi hija quede en lo alto, le hice una promesa: que a los gurises del barrio se les iba a dar la merienda. Es por eso que en agosto de 2017 comenzamos con el merendero donde vienen entre 40 y 80 gurises. Se que Gisela estaría orgullosa, porque mis hijos la pasaron mal cuando eran chicos, no teníamos para comer ni una cama donde dormir.
Hoy no sólo se cumplen tres años que no la vemos, sino que también se leen los fundamentos de la absolución. No hay derecho a que todo quede como si nada, sin un responsable de que hoy Gisela nos falte: la policía y la justicia no nos dan seguridad. Para que las mujeres podamos andar libres tienen que cambiar muchas cosas.
Gisela perdió su vida por ser mujer: y la injusticia patriarcal hoy vuelve a matarla por pobre.