Lucas tenía 19 años. Era el penúltimo entre 5 hermanos y hermanas. El pasado 15 de julio decidió quitarse la vida colgándose de un árbol ubicado en el Polideportivo en estado de abandono del Barrio Bosco II.
El «Lucas de la Leo» le decían por su madre. Quedó huérfano de padre siendo bebé. Su familia lo recuerda como una persona alegre, atenta con su madre y abuela, respetuosa y valiente porque nunca se callaba ante las injusticias que se viven en el barrio. Amigazo de sus amigos, a quienes les proporcionaba todo lo que era de él, se compraba remeras con mucho esfuerzo y a los pocos días ya no las tenía porque se las regalaba a los pibes que andaban sin un mango en el bolsillo. Le gustaban los caballos y soñaba tener un carro para salir a trabajar, como su viejo.
Amaba jugar al fútbol desde niño en la cancha del frente de su casa, que fundó su padre junto a otros vecinos, que luego se transformó en un Polideportivo de una manzana en el corazón del Bosco, y donde hasta inicio de este siglo funcionaba un centro comunitario, comedor, y espacios de recreación, pero desde hace 14 años atrás nada de esto existe, se encuentra sin iluminación, con paredones que superan los 2mts. de altura, construcciones abandonadas y es destinado a actividades con fines de lucro, para utilizarlo los vecinos y vecinas del barrio tenemos que pedir permiso y pagar. Sí, ¡un desperdicio! y un peligro para toda la comunidad por lo que pasa allí adentro sin que nadie pueda ver, como los 4 jóvenes que se quitaron la vida en los últimos 3 años. Pero la muerte de Lucas no será en vano, ese lugar abandonado lo transformaremos en vida quitando la tapia, construyendo una plaza que llevará su nombre y llenándolo de luz.
Lucas quería salir adelante, ¡y lo intentó! Cuatro veces se desintoxicó del consumo. Dos semanas antes de quitarse la vida se le terminó el plazo de internación de 8 días que el Estado cubre en instituciones privadas a falta de públicas por el monto de 40 mil pesos, por lo que volvió a su casa con el siguiente diagnóstico médico que se anticipaba a los hechos que hoy los medios locales intentan tapar: “corre serios riesgos su vida”. Siempre estaba bien los primeros días de internación, pero recaía al poco tiempo de volver al barrio, porque las causas que le provocaban la adicción no cambiaban en el territorio, la pobreza, discriminación, falta de trabajo, hambre, abusos, persecución y torturas por parte de las fuerzas de seguridad continuaban a diario. Y esta vez no hay margen para la teoría de la culpabilidad y responsabilidad excluyente de su entorno, porque estuvo siempre a su lado a toda hora, acá el único ausente fue el Estado.
Lucas nos duele muy profundo. Para la asamblea poderosa era un hijo, el mimado, al que todos cuidábamos y no dejábamos caer. Era quien le enfriaba con un ventilador de pie la comida a los niños y niñas que asistían al comedor para que no se quemen la lengua. También ponía su fuerza y transpiración en la construcción de la Casa de la Mujer y las Disidencias.
Hoy lo seguimos llorando con mucha bronca, pero con la convicción de que su muerte no puede ser en vano, redoblando los esfuerzos para continuar este camino de organización que hace 11 años comenzó en el Comedor Unidos Por Un Sueño como reacción ante el suicidio de Marcelo, y que años más tarde parió una inmensa asamblea popular que trabaja para el bienestar el barrio y para que los pibes y pibas tengan contención en el barrio, mientras los responsables del abandono de todo un barrio se dignen a aparecer.
Con Lucas, decimos ¡basta! Que toda la provincia se entere que esto sucede, que no son casos aislados, hay que destapar la olla para que no vuelva a pasar, porque quienes tenemos los pies en el barro todos lo días estamos más fortalecidos que nunca porque hay muchos pibes y pibas por lo que luchar, pero aún seguimos exigiendo que el Estado aparezca y se haga cargo de lo que pasa en los barrios populares de Santiago el Estero.
Silencio: ¡Nunca más!