7 agosto, 2019
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Nos sacamos las vendas de los ojos

El miércoles 31 de julio, centenares de vecinas y vecinos autoconvocados del Barrio Bosco II, decidimos sacar las placas con las que encerraron el Polideportivo barrial hace más de 4 años para convertirlo en un espacio de pocos.

 

 

 

 

Este espacio fue construido por nosotros a fines de la década del 90, y ocupa toda una manzana, exactamente 200 por 150 mts. Hasta inicios de este siglo, allí funcionaba un comedor comunitario, canchas de fútbol, basquet y voley, dos CEBAs (Centro de Enseñanza Básica primaria para Adultos N°162 y 193) donde se alfabetizaban nuestros vecinos, clases de apoyo, y sala de salud. Hasta que comenzó la etapa de saqueo y abandono del único espacio de contención en el barrio, que lo llevó a convertirse en un territorio completamente ajeno para la comunidad.

 

 

El encerramiento con placas de toda la superficie que ocupa el terreno; la imposibilidad de ver qué sucede dentro de los paredones ni de visualizar a las vecinas que viven del otro lado; el abandono de la escasa infraestructura con que contaba y que hoy se encuentra en riesgo de derrumbe; la falta de alumbrado público que lo convierte, como a casi todo el barrio, en un lugar intransitable de noche; la prohibición de utilizar la única cancha de tierra que quedó sin pagarle a la Asociación Civil que lo administraba de forma lucrativa hasta ahora, que además se llevaba cifras que oscilaban lo $30.000 por cada fin de semana que realizaba campeonatos, vendía bebidas y comidas; dio lugar a las peores vivencias, como prostitución, consumo de drogas, y suicidios.

 

 

A nuestro querido espacio lo convirtieron en 4 esquinas amuralladas llenas de muerte en su interior. Nos arrebataron el encuentro, la alegría, el cuidado de nuestra niñez, y la seguridad. Pero tras el suicidio de Lucas, el 15 de julio pasado, dijimos ¡basta! Su familia se puso al frente de este reclamo soberano: el Poli tiene que volver a ser vida para el barrio.

 

 

El 31 de julio centenares de vecinos y vecinas volvimos a mirarnos las caras, los niños a jugar libremente corriendo al grito de «¡Poli, Poli!», dándole la bienvenida a un espacio que hasta los más pequeños saben que siempre fue de ellos, pero que ahora los recuperamos para siempre, y las madres nuevamente asoman en las veredas mirando a sus hijas e hijos jugar mientras conversan con quien pasa caminando, en bici, en carro, o con la vecina de al lado.

 

 

Silvia Sosa dice, «durante años ese lugar me ha generado mucho temor por los chicos ya que no se los podía ver. Pero sin las paredes hoy sí podemos vernos a la distancia y decirnos ‘hola amiga, hola compañera, u hola vecino'». Y por otro lado, Silvana Lafuente, dijo «para mi tuvo mucho sentido que se saquen las placas, porque el Poli era un lugar libre hasta que pusieron las placas y pasó a ser un lugar de encierro».

 

 

Micaela Medina de 19 años, expresa que al cerrar el Poli con placas, se lo convirtió «en un calabozo», mientras que para Noelia Lafuente «la palabra Poli es muy fuerte, porque en mi niñez hemos vivido muchas cosas con mis amigas, primas, y cuando se han puesto las placas era como que el Poli quedaba preso y dejo de ser nuestro».

 

 

Otro testimonio es el de Martina Peralta, quien dice «el poli por fin es libre, ¡es libre nuevamente! está hermoso, nunca he pensado que íbamos a tenerlo de vuelta». Fernanda Gauna, manifestó, «desde que ya no están los paredones, nos sentamos al rededor a compartir». Y al tiempo que va cicatrizando la herida de tantos años los vecinos nos animamos a decir qué queremos. Silvana Lafuente, asegura que lo mejor es «hacer un nuevo Poli, un nuevo Bosco, hacer que todas las cosas malas se vayan», y agrega, «estos días gocé al verlo abierto, y no me canso de mirarlo». Fernanda Gauna coincide y agrega, «lo único que falta ahora es el alumbrado, la plaza, y todo lo que soñamos».

 

 

Recuperamos memoria, alegría, juego, orgullo, y vida. Ahora, tendremos a nuestra plaza y al futuro donde siempre deberían haber estado: en nuestras manos.

 

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