*Por Gabriela Ríos, referente de la red de ollas de Bella Italia de Uruguay.
Comenzamos con la olla el 23 de marzo del año pasado, porque con mi hermana conversamos sobre lo difícil que estaba la situación alimentaria en el país. En ese momento ambas estábamos desempleadas y, si bien no teníamos mucho conocimiento sobre cómo organizar una olla popular, decidimos levantar una para contener el hambre en nuestro barrio. Así, junto a mi familia, nos organizamos para conseguir alimentos: mi padre pedía en las carnicerías y mis hermanos en los puestos de verdura. De esta manera empezamos a cocinar la olla en la puerta de mi casa. La sostuvimos durante siete meses con pura autogestión y donaciones de los almacenes cercanos.
En noviembre pasado pudimos inaugurar un espacio propio y se sumaron diez vecinas. Con ellas nos ponemos la olla al hombro y trabajamos todos los días. No es fácil estar tantas horas acá, dejamos literalmente la vida: damos el desayuno a las diez de la mañana, a las seis repartimos la merienda y a la noche entregamos la cena. De lunes a viernes estamos acá porque entendemos la necesidad. Los sábados damos una merienda y pudimos coordinar con otras dos ollas para que una entregue el almuerzo; mientras que los sábados y domingos se da la cena en otro lugar. De esta forma siempre los vecinos tienen para comer.
Ahora tengo un trabajo. Mi día arranca a las 8 de la mañana cuando voy a la distribuidora. A las doce salgo y vengo para la olla a organizar la comida con las compañeras y buscar donaciones. Vuelvo a las 19hs a mi casa, cocino y atiendo el almacén familiar hasta las 23hs. Por lo general tengo alguna reunión en la tarde. Además, tengo tres hijas. Pasamos momentos donde no teníamos nada. Si no era por la solidaridad de los uruguayos, teníamos que cerrar la olla. Cuando empezás con esas cosas, vivís con la adrenalina de la responsabilidad: tenés que cumplir con la gente y conseguir la comida como sea.
La coordinación con otras ollas es clave para nuestro trabajo. Nos juntamos con tres ollas del barrio y abrimos la red de ollas de Bella Italia: hoy somos dieciséis ollas en red. Lo que se inculca en las ollas es que nadie se puede ir con la panza vacía: debemos estirar las raciones como sea. Ninguna olla baja de las doscientas porciones y en la segunda quincena sube muchísimo. Incluso, llegamos a repartir 370 porciones. Nosotras queremos quedarnos en casa para cuidarnos, pero tenemos que salir a poner el cuerpo; por eso necesitamos el reconocimiento y el apoyo del Estado.
El Estado no reconoce nuestro trabajo, está totalmente ausente en nuestro barrio. La gestión de la comida es lo principal, pero también tenemos otras responsabilidades. Por ejemplo, el invierno pasado se inundaron varias casas y tuvimos que ayudar a las vecinas consiguiendo colchones, camas y ropa. Se inundan las casas, el saneamiento está mal y no tenemos alumbrado público. No puede ser que el Gobierno no garantice sus obligaciones, que son nuestros derechos.
¡Nuestras trabajadoras y trabajadores esenciales merecen apoyo estatal!