Madre del niño entrevistado por Lanata.
A nadie, a ninguna mamá le deseo que pase por todo esto, ni que deba vivir lo que yo estoy viviendo, desde que emitieron esa tramposa entrevista por televisión. Me duele, claro que me duele, me duele en el alma que lo hayan tratado y mostrado como a un asesino. Porque sí, un niño puede tener problemas de consumo, y es evidente que los tiene. Pero de ahí a matar… Mi hijo nunca mató, nunca hizo muchas de las cosas que le hicieron decir ahí.
Los últimos años no fueron fáciles y, cuanto más compleja se hizo la situación, menos amparo tuve del Estado. Pues ahora mi hijo tiene 11 años, pero los peores problemas empezaron hace tres, cuando me informaron que no podía continuar asistiendo a la escuela, porque no estaban capacitados para tener a «un chico como él». Ahí mismo, me explicaron que necesitaba recurrir a un psicopedagogo y darle una red de contención más amplia, pero nadie me ayudó a construirla. Sola, solísima, con las herramientas que tuve, créanme, ¡hice todo lo que pude!
A los 9 empezó a consumir y todo se volvió más difícil. No sabía cómo manejar la situación, de modo que pedí la internación. Y como respuesta, sólo aparecieron las excusas. Me derivaban de un psicólogo a otro, sin definirme nada en concreto: mes a mes, cambiaban los argumentos o los contratiempos, siempre sobre la nada misma. Que faltaban cupos, que no había recursos, que se les escapaba, o directamente que no sabían tratar «su problema». Así pasé dos años a la deriva, en Lanús, perdida entre las promesas del municipio, que ahora simula desconocer mi lucha, mi desesperación y su verdad. Que ahora sí, lo considera prioridad…
¿Saben cómo se siente dormir sobre mi almohada? Sobre tanto dolor, se hace muy duro soportar tantas mentiras. Inventaron que yo consumía drogas. Y hasta llegaron al punto de afirmar que tenía dos hijos muertos, para instalar que sería muy natural si me mataran al tercero. ¿Cómo aguantar semejante hipocresía? Conmigo, hagan lo que se les cante, ¡con mi hijo, no!
Saben muy bien lo que hicieron.
Yo cartoneo para poder vestir y calzar a mi hijo, desde que nació. Y así también crío a mis otros tres amores: una nena de 6, un nene de 5 y una bebé de 9 meses. Al principio, trabajaba horas y horas en la calle, con un carretón que llevaba a mano junto a mi tía y, recién cuando él cumplió sus 3 años, pude sumarme a una cooperativa, desde el Movimiento de Trabajadores Excluidos. Porque sí, ahí, entre todas esas personas que Lanata desconoce, ataca o desprecia, están mis compañeras, mis compañeros y las únicas manos a las que me pude aferrar, cuando nadie, pero nadie me quería escuchar.
Yo, sí, yo formulé la denuncia contra este show armado. Y acá estoy, poniendo el cuerpo junto a mi nombre, para que dejen de manosear el suyo, porque tal vez algunos ya lo hayan olvidado, pero se trata de un niño, un niño que deberá reponerse de toda esta tortura psicológica que viene a completar una persecución policial de meses, esa que un oficial le supo resumir a mi hermano: «A tu sobrino, te lo vamos a levantar por ahí y lo vas a encontrar tirado».
De ahora en más, sólo espero que la UFI 12 de Lomas avance seriamente en la investigación. Y a todos los demás, les pido un poco de paz, para poder recuperarme y para que mi hijo se pueda recuperar también, a mi lado. Sueño para él, un futuro verdaderamente sano, ese futuro que solía imaginar cuando miraba mi panza, esperando que naciera…
hasta que me muera.