La noche del miércoles 3 de enero, luego de que Nahuel Salvatierra regresara de devolver $30 que le habían prestado para jugar a la pelota, junto a sus amigos decidieron sentarse en una esquina sin molestar a nadie, a dos cuadras de su casa en el sureste de Salta Capital. Al rato, irrumpieron en una moto C 110 Juan Carlos Cardozo, cabo de la policía salteña, y el sargento Emilio Gastón Aguilera, que estaban fuera de servicio pero con uniforme. Se detuvieron y con el arma reglamentaria en la mano, prepotentes, les dijeron que les meterían «un tiro» si no se retiraban. Harto de la constante violencia policial, Nahuel respondió “dale, metémelo” y cuando ya comenzaban a retirarse, Cardozo lo asesinó por la espalda pegándole un tiro en la cabeza, a quemarropa.
Tras el crimen, ambos efectivos se escaparon en la moto, sin patente. Cada uno se dirigió a su lugar de trabajo, donde minutos después comenzaron su turno. Uno al hospital Papa Francisco y el otro a la comisaría. Ninguno dio aviso de lo ocurrido.
Nahuel Salvatierra tenía 17 años y vivía en la 2da etapa del barrio Solidaridad. “A mi hijo lo conocían más como Alexis. Los changos le decían así. Cuando tenía dos meses yo le puse ese nombre, pero su madre lo cambió en el registro civil. En el documento está como Nahuel, pero yo lo siento como Alexis”, nos cuenta Mamerto Salvatierra, su papá.
Alexis, el penúltimo hijo de trece hermanos, era fanático de River. Cuando su equipo perdía se enojaba y apagaba el televisor, pero cuando ganaba ponía el volumen a todo lo que daba, gritaba y festejaba. Así lo recuerda toda su familia.
Era un pibe muy querido por la zona, tenía su equipo de fútbol “Soli la2” y siempre que podía, se armaba un picadito. Juntaba jugadores, llenaba planillas y armaba campeonatos con otros equipos. Su viejo siempre estaba ahí para alentarlo.
“A mí la gente me da tranquilidad. Yo me apoyo mucho en ellos. El día que pasó lo que pasó, vinieron todos los changos de la 2da y 3era etapa y se juntaron. Ya no hubo quilombo entre ellos, ahora me apoyaban a mí y a mi familia», agregó.
Cuando su padre se encontró con la policía después de lo ocurrido, les gritó de todo: «Sin vergüenzas, mataron a mi hijo, por eso nadie los quiere acá en el barrio.”
Los efectivos que circulaban por el sector 8, mientras se dirigían a sus respectivos lugares de trabajo, se encuentran detenidos en la Alcaldía general de la provincia. Tanto Cardozo como Aguilera están imputados por el delito de «homicidio calificado por alevosía y por ser cometido por un funcionario policial».
“Yo no voy a permitir que estén libres. Menos que me mientan en la cara que están presos, cuando los transfieren a otra provincia para que sigan haciendo daño. Así se cubren», expresó un papá con todo el dolor del mundo, pero capaz de dar pelea en pos de justicia y paz para su hijo.