Gilda no murió.
A Gilda la mató la desidia, el gobierno, la codicia del infierno, el que distribuye las vendas, el que no construye viviendas.
Gilda no murió ayer.
A Gilda la mataron cuando no urbanizaron, cuando priorizaron sus boulevares prolijos, cuando se cagaron en sus 7 hijos.
Gilda no murió ayer, electrocutada.
A Gilda la mataron silenciada, sacando agua del pasillo inundado, con el foco amarillo apuntando para otro lado, aunque quieran culpar a un cable, inimputable.
Gilda no murió ayer, electrocutada en la Villa 21.
A Gilda la mataron todos y cada uno, en sus noticieros, en la hoguera del desobediente, pero la sembraron en sus compañeros de la Corriente Villera Independiente.
Gilda no murió ayer, electrocutada en la Villa 21, a los 45 años.
A Gilda la mataron negándole los caños, tirándole mierda de arriba, mierda que recogía su cooperativa de recolección, ¡mierda que combatía en el Puente Pueyrredón!
¿Y entonces qué pasó?
Gilda no murió.