Por Juan Contrisciani,
delegado de Astillero Río Santiago.
Ni ayer ni en lo que va de hoy tuvimos ningún llamado de las autoridades. Por eso, hace un par de horas decidimos acampar frente a la gobernación hasta obtener una respuesta. Detrás de la represión por parte de la Policía Bonaerense existe un enorme cansancio de que jueguen con nuestro laburo: ya nos anularon la “eficiencia colectiva”, que representaba cerca del 5% promedio de cada trabajador, con la excusa de los tres días de paro que hicimos en dos meses por el vaciamiento de la empresa. Y ahora nos tienen amenazados con anular el rubro de licencia anual, o sea, las vacaciones.
Hoy volvimos a marchar para visibilizar el repudio generalizado, no sólo por lo ocurrido ayer, sino para encontrar una salida a largo plazo. Para esto fuimos al Ministerio de Economía provincial en La Plata, donde debíamos acordar las paritarias. Ante la negativa de atendernos, caminamos hacia la Casa de Gobierno. Allí nos esperaba la forma de dialogar, ya tristemente conocida, que tiene esta gestión: un cuerpo de Infantería.
Su manera se basa en provocar a los trabajadores, primero metiendo la mano en los bolsillos y luego con balas de goma, camiones hidrantes, gases lacrimógenos… represión y más represión.
El conflicto inició hace tres meses cuando paramos las obras por el desfinanciamiento de la fábrica, debido a que la administración actual compra menos materiales de los que necesitamos para el día a día: falta gas licuado, arena, agua potable, ropa de seguridad e higiene, entre otros insumos y herramientas de trabajo indispensables. Tampoco abrieron las licitaciones para la construcción de nuevos buques y el Gobierno ni siquiera libera los fondos para retirar los conteiners de productos importados que duermen en el puerto.
Como si fuera poco, el presupuesto provincial anual no se acrecentó ni un solo peso para ejecutar las obras pendientes. Por este camino, a fin de mes y sobre todo a partir de septiembre, empezaremos a sufrir mucho más un abandono que, sin ninguna duda, apunta a la reducción del personal, parcial o en su totalidad, hasta el cierre que tanto esperan y que dejará 3000 familias en la calle.
Aunque nos desborde la bronca y la indignación, seguiremos resistiendo con el apoyo incondicional del campo popular. Ese es nuestro único escudo, ¡para no dejar de trabajar!