* Por Carmen Mendoza Polanco, madre de Estefany Flores Mendoza, víctima de feminicidio en Los Olivos, Lima.
Son dos años sin mi hija. Su agresor, José Luis Falcón Gutiérrez, había convivido con Estefany, pero al momento del feminicidio ya no vivían juntos. Él venía hostigándola desde hacía tiempo; ya nos habíamos dado cuenta que la maltrataba, que la violentaba económicamente, que era mentiroso y manipulador. A pesar de haberlo denunciado un mes antes, la Policía y la Justicia demoraron en responder: mientras el Juzgado Especializado de Violencia contra la Mujer registró la solicitud y el caso quedó en clasificación, cuatro días más tarde, mi hija fue asesinada.
Ahora, este femicida quiere llevar su apelación al Tribunal Supremo de Lima para que le reduzcan su condena a 30 años. Por eso, estamos alertas: sabemos de casos donde el sistema judicial ha sido benevolente con casos similares, revictimizándonos a las familias e, incluso, anulando las condenas.
Tuvimos que hacer marchas, convocando a la prensa para que no lo liberaran. No siempre las madres tienen la fuerza para denunciar y luchar después de haber perdido a una hija. En mi caso, la abogada de familia que designó el Estado no trabajó bien: los papeles sólo avanzaban por inercia y no nos inscribió como actor civil en la causa, lo que nos impidió hablar en el juicio. La Fiscalía rechazó pruebas, mientras no nos atendía alegando que estaban ocupados. Este es un sistema judicial misógino, neoliberal, para el cual las personas pobres no valemos nada. Se burlan de nosotras con una reparación civil de 15000 soles por la vida de mi hija.
La violencia contra las mujeres viene desde tiempos inmemoriales, ¡tenemos que cambiar la historia! Ahora tengo una pequeña nieta de un año y medio, y por ella sigo luchando, para que este mundo cambie. Desde nuestra organización Familias Unidas por Justicia: Ni Una Asesinada Más, damos apoyo y ánimo a otras mamás que enfrentan una situación de tanto dolor como la que hemos pasado nosotras. La solidaridad de vecinas, de organizaciones feministas y de gente que colabora nos permite seguir adelante. A pesar del sudor y del llanto, tendremos que seguir luchando como pueblo unido, por Justicia para nuestras hijas y también por las condiciones de vida digna que constantemente nos niegan.
Sólo con la lucha logramos justicia, y no podemos bajar la guardia: hay muchos feminicidas que aún están libres, siempre está el riesgo de que les anulen la pena a los condenados y hay muchas chicas desaparecidas que no volvieron jamás.
¡No queremos que haya ni una asesinada más!