En el barrio Ciudad Mi Esperanza se deshojan los sábados, las tardes pasan y dejan marca, una marca que enciende la sangre con invencibles ganas de trasformar esta realidad, modificable.
La marca de la pelota. El fútbol popular suma gambetas, goles e interminables corridas, que sólo tienen permitido detenerse justo ahí, en ese lugar donde entre todos decidimos los límites de la cancha, las fronteras del respeto y los caminos del diálogo.
La marca de los crayones. El taller de arte popular se pone el delantal, cuando en ronda nos reunimos para compartir y hacernos amigos, mientras todo se inunda de colores con la imaginación de los fueguitos, que no dejan de enseñarnos cómo aprender.
La marca de la soga. El taller de recreación popular también está creciendo, como todos juntos. Pedacito a pedacito, con paciencia y mucha creatividad, hacemos las sogas que nos hacen saltar, saltar tan alto que llegamos al cielo y volvemos, volvemos para seguir jugando, para seguir riendo y seguir compartiendo.  

Sin comerciales, la marca es del barrio. ¿Y cómo se logra todo esto? Con el compromiso de querer hacer, de querer mirar y de querer aprender, en la envoltura de una experiencia colectiva.
¿Quiénes más pueden ser marcados por esta experiencia? Todos, los que estamos, y los que quieran sumarse, a esta «Esperanza» que late cada sábado en el corazón de cada uno que pone un pie en la plaza. 

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