La madrugada del 1 de junio, Ulises Rial, de 25 años, y Ezequiel Corbalán, de 30, fueron embestidos por un auto de la policía local cuando circulaban en moto a pocas cuadras de sus casas en San Nicolás de Los Arroyos, Provincia de Buenos Aires. Ulises murió en el acto; Ezequiel, cuatro días más tarde.
Esa noche había sido como cualquier otra, los chicos se reunieron y fueron de una casa a otra a buscar algo de tomar. Verónica Arias, la mamá de Ulises, estaba acostada y los escuchó salir. Solo hicieron un par de cuadras cuando se cruzaron con un patrullero que, según la policía, les hizo señas de luces a las que no respondieron. Continuaron su camino y de repente se les vino otro auto de frente que estaba parado más adelante: “era un patrullero pero ellos nunca lo supieron porque no tenía luces ni sirena”, explica Verónica, que estaba a solo 9 cuadras de ahí y no escuchó nada: las pericias le darían la razón, desde diciembre, el móvil estaba roto. En ese escenario, Ulises y Ezequiel manejaron solo dos cuadras, hasta la esquina de Piaggio y Carbajo, donde un tercer auto los impactó de lleno en el medio de la moto y los hizo volar.
“Yo estaba durmiendo y a eso de las 04:40 hs de la mañana recibo un llamado telefónico. Me dicen que un chico que iba en moto no respondió a las órdenes de un efectivo policial y tuvo un pequeño accidente, que estaba internado en el Hospital San Felipe, que vaya tranquila. Cuando llegué había todo un despliegue policial, no entendía nada, estaba totalmente shockeada”, dice Sandra Corbalán, mamá de Ezequiel, que tuvo que reconocerlo en el hospital mientras su hijo más chico, de 18 años, era llevado a la morgue para que intente identificar a Ulises.
Mientras tanto Verónica seguía esperando a los chicos en su casa, habían pasado varias horas y estaba preocupada. Llamó al hospital y a la comisaría, pero nadie le dijo nada. Recién a las 9 am supo lo que había pasado: “Agarré el celular y me puse a ver noticias porque estaba desesperada. Encontré una, de un medio de acá de San Nicolás, que hablaba de un accidente a las 3 y media de la madrugada acá a 9 cuadras de mi casa, de dos chicos que iban en una moto, el acompañante había fallecido. Era mi hijo. Me enteré de su muerte por una noticia en Facebook”.
Padre de una beba de 1 año y medio, Ulises trabajaba 12 horas por día en una fábrica. Sus francos los pasaba con su hija y, si caía fin de semana, se juntaba con sus amigos en el quincho de la casa en la que vivía con sus papás. Ezequiel también era un laburante: siempre se dedicó la gastronomía pero por la pandemia “se quedó sin trabajo y empezó a hacer mensajería”, cuenta su mamá, que lo describe como “bohemio y divertido, un chico que no le hacía mal a nadie y era querido por todo el mundo”.
Hoy, a un mes de su asesinato, Pablo Nicolás Moresco, el policía que manejaba el auto que los chocó, y sus dos acompañantes, Omar Bazán y Daiana Hueza, siguen trabajando “como si nada hubiera pasado”.
Verónica y Sandra piden justicia: exigen que los efectivos sean apartados de sus cargos y que se cambie la carátula de la causa de homicidio culposo a homicidio doloso. Como ellas dicen: “los datos están a la vista”. “No nos vamos a quedar con los brazos cruzados, hicimos marchas, pusimos abogados y recibimos el apoyo de mucha gente. Necesitamos que se difunda. Queremos justicia”, concluyen ambas.