Es domingo. Temprano. Hace bastante calor y en algún pedazo de la Costa Atlántica veintitantos poderosos jugadores estamos dispuestos a empezar un partido de fútbol…de fútbol playero.
Dos pares de ojotas, clavadas como estacas a cinco pasos en la arena, determinan los arcos. Como siempre no hay árbitro, y el número de capitanes por equipo es idéntico a la cantidad de jugadores.
Por fin, el partido empieza. En realidad, continúa. Este partido empezó hace varios, muchos meses atrás. No había mar ni arena. Sobraban, en aquel comienzo, las puteadas y los viandazos, pero también la voluntad, el esfuerzo y un gran compromiso.
Y el partido siguió durante todo el año. Caños, tacos, patadas, charlas, sombreros, insultos, camisetas. Hasta un campeonato…¡¡¡y el título!!!
Muchos, varios meses después el partido sigue. Hoy los goles los gritamos de cara al mar, con las patas llenas de arena. Es un momento para disfrutar. Y para recordar. Para recordar este partido que jugamos todo el año y que hoy nos encuentra acá, juntos, festejando abrazados con el agua hasta las rodillas.
Ah, el resultado. Si, ganamos. Ganamos todos…de nuevo.