17 enero, 2007
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Sorpresa Real

reyesmagos

“¿Cuál va a ser la sorpresa?”, preguntaban los chicos que sólo sabían que iban a ir al teatro. En realidad también sabían que era 6 de enero y, aunque relacionaban la fecha con la posible sorpresa, casi ninguno se animaba a asegurar que en Mataderos iba a haber tres reyes sin súbditos.

Pero ese sábado habría más de una sorpresa. La primera les llenó la boca a los chicos, y también a los grandes, y ninguno pudo evitar relajar los músculos del maxilar inferior al ver a esos títeres que no necesitaban ocultar las manos que los movían para que su público se conmoviera con la historia de amor prohibido entre el bufón y la princesa.

Mientras terminaba la obra, pasaban los aplausos y los chicos se acercaban a manejar ellos mismos las marionetas y se interesaban por “¿cómo los hicieron?”, Melchor, Gaspar y Baltasar estacionaban sus camellos a unos metros del Centro Cultural El Surco.

De pronto, alguien propuso que todos nos sacáramos los zapatos. El “¿viste que iban a venir?”, alto y agudo que pronunció Ayelén, confirmó que la sorpresa había pasado y ahora llegaba lo que todos esperaban. Caminando hacia la izquierda, porque vienen de Oriente, con regalos para todos, habían llegado los Reyes Magos. “Llegaron ya…”, cantaba Mercedes Sosa desde el equipo de música.

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3 comentarios sobre «Sorpresa Real»

  1. Bien decía George Bernard Shaw que hay quienes observan la realidad tal cual es y se preguntan por qué, y hay quienes imaginan la realidad como jamás ha sido y se preguntan por qué no. Indudablemente vos y los que conforman «La Poderosa» están entre éstos últimos y eso fortalece, alienta y estimula a quienes del otro lado estamos convencidos de que la construcción en conjunto de una realidad social diferente, más justa, humana e igualitaria, es posible.
    Que este motor nunca se apague porque el camino es largo, pero por suerte somos mucho los que queremos recorrerlo.

  2. A veces, casi siempre, hay que perder lo que ellos consideran un bien, para no ser funcionales a lo que nosotros consideramos un mal. Hasta algunas veces parecen convencidos de nuestra derrota, porque no ganamos como ellos. Signo de la congoja que les causa un despido injusto, como consecuencia de una pelea incesante por los derechos de los trabajadores, no levantan el puño, ni la voz, no, solamente miran para abajo, ¡miran para abajo!, y se pierden lo mejor: no pueden ver que uno sí está mirándolos a los ojos. Esa es nuestra victoria, la que vamos a perseguir siempre. Y por suerte, junto al tesorero y tantos compañeros, voy por la vida arriba de esta moto. Cada día estoy más convencido de la batalla de ideas que estamos librando, inmunes a las balas, inmunes a los golpes. Tengan esta certeza, vamos a cambiar la realidad. Y cuando nos digan que vamos a vivir la totalidad de nuestros tiempos en un país sin empleo, como argumento para sostener la explotación que les voló la dignidad, les diremos que no. Les demostraremos que eso depende, tan sólo, de nosotros. Y si no creen, los invitaremos a seguir peleando hasta el último día para vivir en un país que tenga a todos sus desocupados de pie, con tal de no trabajar arrodillados. Porque ese día que tanto temen, el día de la muerte, no creo que sea posible pensar cuánto capital se haya acumulado. No creo que sea posible ser feliz por una palmada de quien te explota y te da un hueso, mientras se viola a tus compañeros. No creo que sea posible seguir entendiendo la vida como una carrera tras esa zanahoria que jamás alcanzarás, y de alcanzarla, sería imposible de compartir. No creo que tenga valor dejarle un auto, una casa y los millones que sean, a un hijo que sólo podrá disfrutarlos en una cárcel de gerentes, porque afuera lo amenaza el mundo salvaje que construiste mientras pensabas en verde. Hoy, que este sistema genocida me vuelve a escupir en la cara, ya no lloro, sonrío, ya no pierdo, gano, ya no me debilito, me fortalezco. Y todo eso, lo aspiré del caño de escape de esta moto revolucionaria. Ese día, el día que yo me muera, voy a estar feliz de haber trabajado toda la vida en el mantenimiento del enorme motor de La Poderosa. Gracias a todos los que ponen ladrillos en esta construcción colectiva, que me hace sentir poderoso, inmortal y más vivo que nunca, justo en estos momentos, que ellos me dan por muerto.

  3. hola gente. Después de un tiempo importante, hoy me senté de nuevo a mirar un buen rato la página. Eso se mezcló con que vivo horas sensibles y todo junto provocó que ahora esté escribiendo esto, sin saber qué voy a poner en la próxima línea pero con unas ganas inmensas de hacerlo. Bueno, no sé, sólo les digo que a veces me sigue pareciendo increíble todo esto que se hizo, que hay que seguir por este camino, que acabo de mariconear un poquito leyendo estos textos y que ese simple pero maravilloso acto de derramar una lagrimita, a veces -como en este caso- alcanza para dejar atrás alguna que otra duda (que bien puede ser por el momento que vive cada uno) y reavivar el fuego, llenar el tanque de nafta otra vez…
    Los quiero. Gracias
    El tesorero

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