24 junio, 2008
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Veni, veni, bailá conmigo…

 

 

Ya lejos quedó el primer día que rodó una pelota de Fútbol Popular, en Zavaleta. Un montón de amigos, cuando éramos sólo vecinos, empezamos a juntarnos para darle forma a un trabajo de equipo y de barrio, que tiempo después nos encontró abrazados a orillas del mar. Y ahora, en otro tiempo, pero en el mismo lugar, nos encuentra pensando cómo ponerle música a esta historia de película. Si hay fútbol, hay amigos, y si hay amigos, hay banda, y si hay banda, hay barrio, y si hay barrio, que haya murga, y si hay murga, que sea popular.

Ya ese día, el día que abrió los ojos la Murga Popular de Zavaleta, había todo lo que hacía falta para incubar el sueño murguero. Ni trajes, ni instrumentos, sólo lo que hacía falta: un compromiso, cualquier cantidad de pilas y un horario de encuentro semanal. Así nació la famosa y actualmente célebre “Mancha-murga”, que nos obligó a ejercitar el baile cuando no había instrumentos. Y entonces ahora, los hay.

En un local de base, cedido por un vecino, 3 bombos y un redoblante nos ayudan día a día a seguir aprendiendo y divirtiéndonos, cuando nos toca tocar o cuando nos toca bailar. Sumando el conocimiento que algunos chicos traían de su paso por otras murgas y comparsas, como Carla y Daniela, a la improvisación y la energía de tantos otros, empezamos a volcar experiencias en la ensaladera común y consensuamos un modo de organizarnos para rotar por los instrumentos. Y entonces ahora, donde había confusión, hay coordinación.

 

 

Pase y vea, señora y señor, tremebundo desfile al ritmo de la percusión o empápese más bien bajo las cataratas de creatividad en el cerco de la rumba, que rodea de amigos a un protagonista autoconvocado para bailar, con un paso importado o inventado, que primero es experimento y después es experiencia para compartir.

Musa inspiradora de tanta magia carnavalera resulta la cotidianeidad de nuestro querido Zavaleta, pero no todos los días son una fuente de ideas maravillosas, y entonces ahí caemos, o nos arrojamos, hacía los tentáculos del Pulpo, otro juego que nos invita a bailar en torno al octópodo elegido, siempre esquivándolo para que no nos contagie la pulpera, ni nos ponga a trabajar para él. Algunas veces, habrá que bailar para escapar del pulpo, también bailarín, y otras habrá que escapar acompañando al bombo con el ritmo disparato de los pies; recursos murgueros y populares, como la inmunidad que le otorga un pasito nuevo o una patadita al aire a quien se ve acorralado en la Mancha-murga.

 

Otros ensayos, basta con caminar, pero no sólo con los pies, sino con el cuerpo, como extensión de los instrumentos, como repetidora satelital de las sensaciones que dan los golpes en un tambor, mediante expresiones de los brazos, de las piernas, de la cara, de los pelos y de toda la columna electrificada por el ritmo del colectivo.

Lo bueno es que la juventud de la murga en Zavaleta arranca bien bajita, a sólo un par de años del piso, pero va subiendo, hasta cualquier edad de la juventud, que por suerte, se acumula sin fecha de vencimiento. Paso a paso, la identidad se va construyendo con retazos de diferentes historias, de diferentes aprendizajes, de diferentes murgas vecinas que tal vez hayan sido competencia en un circuito, pero aquí son regaderas de la misma semilla.

Domingo a domingo, desde las 4 de la tarde, van cayendo nuevos pies, brazos y cabezas a este loco cuerpo del barrio, que cada día golpea más fuerte y salta más alto, mientras van llegando también montones de ojos, que a veces tímidos sólo se animan a espiar. Según la estadística en estos cuatro primeros meses, los ojos nuevos suelen enamorarse a primera vista de esa postal alegre, mientras sigilosa la música del barrio se les empieza a colgar de las pestañas y se les mete por las orejas, hasta que se les chorrea por los poros y los huesos les estallan en baile.
Todavía no tiene nombre, la murga popular de Zavaleta. Y ni siquiera se han definido del todo sus colores, pero poco a poco vamos dándonos letra, vamos coloreando la realidad. Y vaya a saber uno dónde nos encontrará mañana este trabajo de equipo y de barrio, pero no hay dudas que será bailando y, por si no quedó claro, firmamos también que será sonriendo.

 

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