Pensemos en nuestros chicos. No tan sólo en los que están en nuestro contorno, sino en todos nuestros vecinos; como ése que vemos sentado solo en una esquina. Preguntarle “en qué estás pensando, amigo”, tal vez sirva para ponernos en el momento del pibe que se encuentra en soledad y que, como tantos otros chicos de hoy sólo piensa “por qué yo”.
Yo vivo en Zavaleta y soy mamá. De 9 chicos. 5 ya son papás. Tengo 8 nietos.
Y también fui drogadicta.
También estuve sentada en una esquina, y nadie se me acercó. ¿Y saben cuál fue mi pensamiento, cuando tenía 14 años y estaba sola? Al ver que los grandes me ignoraban y nadie me ayudaba en esa soledad, para ocupar mi tiempo me decidí por las drogas y muchas cosas más…
Ahora, que ya soy grande y tengo una familia, sólo pienso en esos momentos, cuando estaba en la esquina. Pienso que si estuviéramos todos juntos sería mejor, y seguramente no habría tantos chicos muertos, ni matando. Lamentablemente, tuve que pasar lo malo porque no tenía a nadie, siendo una familia numerosa. Y con el tiempo aprendí que todo pasa por la mente de uno mismo, cuando está sentado en esa esquina.
En estos tiempos de soledad, a todos esos chicos no podemos dejarlos morir en una esquina, solos, pensando. Nosotros podemos ganarles a esos malos pensamientos. Pero para eso hace falta la decisión de arrimarse y preguntar: qué te pasa, cómo puedo ayudarte. No se trata tan sólo de lo material, sino de ofrecer un gran abrazo, que sirva para decir: contá conmigo.
Porque yo no deseo la pena, ni la muerte, ni la cárcel para vos, que tenés tan sólo 8, 14 o 17 años.