Tal vez estas líneas no tengan valor para otros, pero hoy, amigo, quisimos gritar cuánto significás para nosotros, les parezca bien o les parezca mal a los amigos u enemigos de este día comercial, que no por eso deja de ser especial. A veces más cerca, otras más lejos, cubriste la enorme demanda de viejos y, aunque en el barrio jamás es todo color de rosa, nada opacó tu compromiso con La Poderosa. Cada domingo, desde el primero que nos lanzamos a jugar, nos acostumbramos a verte en los entrenamientos de fútbol popular, listo para joder, para chusmear, para aprender o para poner el pecho, en tiempos de amnesias sobre lo dicho y lo hecho. Con esa impronta paternal y ese enorme corazón, criaste a tus hijos y a nuestra convicción, hasta que brindamos en nuestra propia redacción. Y sí, la gente pasa, el reloj sigue corriendo, pero todos tus vecinos te seguimos viendo, porque el ejemplo es la verdadera herencia: tu luz derrotó a tu ausencia. Por siempre, seguiremos abrazándote y escuchándote, desde Zavaleta hasta tu planeta, por haber sido el padre que perdimos, el amigo que elegimos, el compomiso que asumimos y los sueños que cumplimos. Abrazo poderoso, Ova. Donde sea que estés, con tu Dios, estarás bien. Serás nuestra nafta. Y estas lágrimas también.