Cargando los sueños e ideas de nuestras 25 asambleas barriales, este verano volvemos a cruzar los umbrales que mucho tiempo atrás supieron levantar, para que muchos de nosotros jamás llegáramos al mar. Articulando emprendimientos cooperativos y proyectos autogestivos, todos los años nos organizamos desde la villa para que nuestros hijos puedan pisar esa orilla de la más increíble paz, comprobando que lo imposible sólo tarda un poco más. Sin pauta oficial, ni publicidad comercial, no sólo hemos logrado viajar mil veces en malón y aprovechar cada fogón para fortalecer al movimiento, sino que además hemos podido afianzar este sentimiento que nos empuja a luchar, mientras sentimos cómo puja la educación popular. Pues aunque a ningún diario le importe, todos los barrios gestionan su propio transporte, como así también sus actividades, en la grilla que establecen sus propias prioridades. Y así, sin posicionamientos sectarios, ni condicionamientos partidarios, ni burdas marquesinas, volvemos a planificar un foro desde todas las provincias argentinas, para seguir guiando nuestra propia suerte, con esta garganta que grita cada vez más fuerte, respondiendo con el más humilde poder a esas falsas etiquetas que nos quisieron imponer. Todo muy interesante, pero lo más importante no se puede escribir, ni tampoco transmitir ahora, porque sólo se puede sentir afuera de la computadora, cuando centenares de pibes corren a romper las olas, chorreando sonrisas que hablan por sí solas… Anticipando ese momento para todo el planeta, compartimos el campamento de los mini de Zavaleta, a espaldas de las redes, al costado del televisor y al margen de la industria noticiosa: con ustedes, el corazón de La Poderosa.
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