Nunca Más.
Con todas las fuerzas de nuestros sueños, de nuestros pequeños y de nuestras asambleas barriales, ayer recibimos a casi todas las fuerzas políticas nacionales, para tomar mate cebado con un cacharro y para enclavar al Estado en este barro nuestro de cada día, mientras la Gendarmería nos fotografiaba desde los cuatro costados, ante la mirada atónita de todos los diputados. Ahí nomás, en paz, pero bien parados de manos, participamos en la Comisión de Derechos Humanos, que decidió elevar un acta inmediatamente al final de la reunión, notificando al presidente de la Cámara y al Instituto Nacional contra la Discriminación, para que nunca más nadie deba pagar el color de su piel, con las torturas inhumanas que sufrieron Iván y Ezequiel. Ni “efectivos que actuaron mal”, ni “alguna desmesura”: van a tener que investigar a toda la Federal y toda la Prefectura, porque ya nadie desconoce sus “valientes operativos”, pero además deberán informar quiénes son sus agentes rotativos, sin manejar a su antojo la información y sin sacarse el abrojo de la identificación…
A contramano de su voluntad represiva, surgió también otra iniciativa legislativa, para pegar un grito contra las misas de sus violaciones, ese maldito Protocolo de Requisas y Detenciones. ¡Nunca Más, cacerías! Oficinas civiles en las comisarías o disposiciones del poder judicial, para terminar con las “averiguaciones de clase social”, pero también un 0800 para poder denunciar a las Policías, las 24 horas de todos los días. Y por si aún hiciera falta alguna aclaración, sobre por qué necesitamos la instrumentación de todo eso, también aceptamos participar en la próxima sesión del Congreso.
¿O hasta cuándo pensaban tapar el sol, con la mano dura de la impunidad?
Control Popular a las Fuerzas de Seguridad.
