Hoy salimos a comprar los diarios y nada, puras tapas de Billiken. Todos los puestos empapelados con portadas dibujadas y títulos infantiles, mientras las redes sociales se desangran, plagadas con imágenes que nos hacían recortar en la escuela «Julio Argentino Roca», cuando nos enseñaban al etnicidio como conquista, al pueblo como desierto, a los genocidas como próceres y a las víctimas como victimarios. Por alguna curiosa razón, miles y miles de personas están subiendo a Internet, hoy mismo, unas inexplicables fotos a color de aquellas masacres perpetradas por la barbarie que nos presentaron como civilización. Con una nitidez imposible para la tecnología de 1492, pudimos ver al fin cómo los ejércitos mercenarios al servicio de intereses foráneos avanzaban salvajemente sobre intelectuales de vincha, quebrando mandíbulas a balazos y descargando las armas del desarrollo, contra la dignidad mapuche que resistía a los piedrazos, a los abrazos, a los gritos.
Aun así, sobre la siempre distorsionada realidad que propone la editorial Atlántida, luce más lúgubre que nunca, sucia y deteriorada, la figura del coronel prusiano Rauch, epigrafiado por error como Mario Das Neves. Una cultura milenaria arrasada por los espejitos de colores más duraderos de la historia, 500 años de tanta mala suerte que todavía no se rompieron. United colons of Benetton. Pero cuesta eh, cómo cuesta explicarles a los niños del siglo XXI que semejante masacre haya ocurrido alguna vez en esta Patagonia, que realmente hayan disparado contra mujeres y niños, para imponer a fuego su pena capital, sobre nuestra felicidad comunitaria. Y miren si serán sofisticados los retoques sobre los registros de la época, que casi casi parecen gendarmes todos esos asesinos avanzando sobre Cushamen, para dejar un tendal de humillación y poder salpicar con sangre temeraria a los territorios de Lof Kinxikew y El Bolsón. Pues al carajo la humanidad, la Pachamama, sus flores, sus animales… Vaca Muerta.
¡Qué tremendo habrá sido vivir aquellos tiempos! Más de 300 soldados de cerebro uniformado, blindados por carros militares, camiones cargacagones, escudos de papel prensa, gases politógenos, funcionarios, jueces y periodistas, que ya mentían por entonces. Porque sí, también puede apreciarse entre las crónicas remasterizadas el documento escaneado de una Ley Antipobres, mal señalada como Ley Antiterrorista, por algún otro error de tipeo. Y qué insólito, por dios, promocionar tremenda brutalidad con aires de intercambio consensuado, como si alguna comunidad del mundo hubiera sido capaz de trocar su identidad, su raíz, su brillo o su oxígeno, por más espejitos, más petróleo, más minería o más soja. Nadie nunca creyó ese cuento y nadie nunca lo creerá jamás. Pero vamos a ver la tele, que todo eso pasó 500 años atrás.