28 mayo, 2017
, México

Hora de abrir la garganta

* Por Elvira Hernández,
referente de La Poderosa México.



Hace unas horas, llegué al auditorio más alto de Guadalajara, para gritar nuestro silencio, con las cuerdas mexicanas de otra garganta poderosa que no les gusta escuchar. Demasiado picante. Y hace 25 años llegué acá, a Villa de Guadalupe, donde me recibió una necesidad, esta misma necesidad que perdura en los temores que le ahorran trabajo a la censura. Pues no, aquí nunca pudimos abrir un diario, pero sin darnos cuenta abrimos un Centro Comunitario, que servía entonces para contener a tres niños, apenas 3 de los 250 que hoy vienen a desayunar día a día, mientras los mayores aprendemos a tejer, a bordar, a leer, a peinar, a escribir…

 

Un taller de arte,
el arte de sobrevivir.

 

 

Somos un grupo, vio, un grupito de 25 mil personas esperando que nuestros hijos no deban esperar al Día del Niño para poder comer jamón. Acá, en una de las colonias más grandes de Jalisco, a pocos minutos de los mejores hoteles. Acá, detrás del silencio y la publicidad. Acá, sin áreas verdes, ni alumbrado público, ni calles pavimentadas. Acá, bajo techos de plástico y paredes de cartones, que se caen sobre la cama, arriba de la cabeza o ahí, junto a los pies. ¿Y cuando llueve?

 

Cuando llueve,
las construimos otra vez.

 

Todo México atreviesa una situación dramática, camuflada por campañas mediáticas que ya perdieron toda la credibilidad del pueblo, porque nos gobiernan para sus propios beneficios. No lo digo yo, ni los periodistas, lo dicen las estadísticas: 75 millones de pobres. Y pobres de verdad, muchos subsumidos en condiciones extremas, que siguen alimentando los índices de la desnutrición infantil. Allá ellos, que ganan mucho, mucho, pero mucho, asociados a los otros actores de la coartada.

 

Y acá, nosotros,
los trabajadores que no ganamos nada.

 

Nada de dinero, nada de fama, ¡nada de silencio! Montados a la misma moto, ésa que partió de la Argentina y se volvió un colectivo de toda América Latina, hoy sumamos nuestras voces a las asambleas populares de La Poderosa, para que por fin se filtren estas historias atragantadas, por los huecos que tienen las chapas de la biblioteca, por las grietas que tienen las aulas o por los agujeros que tienen los estómagos de tantos chavitos…

 

No pudieron con sus maestros.
No podrán contra nuestros gritos.

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