2 julio, 2018
, México

México: No todo está perdido

 


 

*Por Stella Calloni,
garganta latinoamericana.



Sin exagerar, la elección de Andrés Manuel López Obrador ayer como nuevo presidente de México me generó una emoción enorme, porque no sólo refleja el resultado de la unión de un pueblo perseguido y vapuleado durante varias décadas, sino representa una victoria indispensable para el futuro del país. Derrotó miles de obstáculos, a la prensa canalla y a una campaña tremendamente sucia de la contrainsurgencia, en medio de un contexto de extrema violencia: desde que comenzó el proceso electoral en septiembre pasado, fueron asesinados ¡114 políticos! de distintas expresiones partidarias, sin que la OEA interviniera en absoluto.

 

El triunfo de López Obrador no se dio mágicamente, pues milita hace tiempo desde las bases y nunca se dio por vencido, pese a perder en las últimas dos votaciones presidenciales. Persistió con multitudinarias caminatas que realizó en todo el interior de su país, recorriéndolo sin un peso, contactándose con su gente, sintiendo sus necesidades y demostrando fehacientemente los fraudes que regían. Así, fue cobrando energía en un contexto de falsa guerra contra el narcotráfico, inventada por los Estados Unidos. Mientras tanto, de este lado del muro corrió la sangre de más de 170 mil personas y hay 40 mil desaparecidos desde el 2006, al mismo tiempo que asesinaron a centenas de periodistas.

 

AMLO, como es conocido por los mexicanos y cuya tranquilidad y consciencia sólo es comparable con la de Evo Morales, bien se refirió a que esta latente “inseguridad” solo puede ser corregida acabando con las causas de las mismas: sin violencia y con la razón. Porque Norteamérica busca recolonizar a todo el continente y la entrada para ello es México. Con esta buena noticia debemos ser cautos, porque la transformación no será rápida. De hecho, hoy existen pocos sectores de izquierda realmente conscientes de lo que sucede en la región, por lo que sería ilógico exigirle una solución repentina a tantos flagelos que sufre la sociedad. No hay que arrinconarlo, ¡hay que acompañarlo!

 

En ese sentido, como hermanos latinoamericanos debemos cuidarnos del discurso de cierta izquierda cuando expresa que nada sirve, como ocurrió en Colombia. Allí, Gustavo Petro demostró que aun derrotado en las urnas logró una victoria para un pueblo sumido en el terror, rodeado de bases militares estadounidenses y de amenazas constantes. Pensando no sólo en el corto plazo, se está gestando un camino similar al que comenzó en México años atrás y que ayer se expresó en los comicios.

 

El imperio busca destruir nuestra historia con su arma comunicacional, pero mal que les pese hoy Latinoamérica está feliz porque la victoria fue parida en los barrios, a través de un pueblo que despertó de repente y que se dio cuenta de que era una oportunidad de salir, como alguna vez expresó López Obrador, avizorando cómo transformar a su país: “No hay un árbol que crezca que no sea desde su raíz”.

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