10 agosto, 2018
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La Plaza Kevin

Pasaron cinco años y no pasó nada.
Cinco años de zona liberada.
Y ahí está, gritando.

 

 

 

 

«Las Madres creíamos que después de tantos años nunca más se repetiría una desaparición forzada. Sin embargo, cuando pasó lo de Santiago vimos que volvía esa metodología que luego trataron de ocultar, mintiendo y sin aceptar que se trataba de una desaparición forzada seguida de muerte. ¡Y que aún siguen negando! Por eso, las Madres le decimos a los familiares de víctimas por el mal accionar de las Fuerzas, que todos los días estén en la calle, buscando justicia. ¡Tenemos que luchar y no parar!», Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo.

 

 

 

 

«Con mucho esfuerzo hicimos posible esta jornada tan completa, tan digna y tan linda. Llenamos todos esos espacios a los que Kevin asistió día a día, desde que nació La Poderosa hasta el 2013, cuando lo asesinaron», Roxana Benega, mamá de Kevin.

 

 

 

 

 

“A él le encantaba el tema ‘Propuesta Indecente’ de Romeo Santos, lo quería escuchar siempre. Arriba de la combi en la que íbamos al colegio siempre pedía que pusieran esa canción. En el asiento de acompañante iba una chica de séptimo grado, que a él le gustaba. Se le hacía el coqueto y un día le regaló un anillo de plástico, de esos que regalan en los cumpleaños. Se arrodilló y le preguntó ‘¿te querés casar conmigo?’. Ella lo miraba y se moría de ternura”, Priscila, hermana de Kevin.

 

 

 

 

“Me gustaría decirle que lo quiero volver a ver. Cuando yo tenía 7 y él 9, lo vivía molestando para que me prestara la pelota. Y él me la daba, porque le insistía a cada rato. Una vez estábamos jugando carreras… me caí y él se cayó arriba mío. Todos se rieron de nosotros, entonces de la vergüenza nos fuimos a jugar a otro lado”, Javier Ruiz, amigo de Kevin.

 

 

 

 

«Siempre fue muy cariñoso con todas las maestras, se la pasaba abrazándonos. Su lugar favorito era la biblioteca, porque le encantaban los cuentos. Recuerdo su forma de hablar, porque aunque no se le entendía bien, no se quedaba callado: Kevin siempre se hizo escuchar. Tenía de referentes a sus hermanos, los buscaba en cada recreo y, a la hora del almuerzo, se escapaba para sentarse un rato en la mesa con ellos», Yolanda Paz, maestra de Kevin de primer grado.

 

 

 

 

“Era un nene muy respetuoso, que te compraba con su simpatía, su sencillez, con la forma en que te hablaba. Yo no sé leer, así que muchas veces le pedí que me ayude y me decía el nombre de las calles. Recuerdo las veces que volvía a casa cansado, él llegaba corriendo detrás y me decía: ‘Vení Alfredo, vamos a tirar una naranja en la calle para ver cómo la aplastan los coches’. Ayudó mucho a construir la placita y se paraba frente a todos para decirles dónde debía estar la hamaca y el tobogán. Lo extraño mucho”, Alfredo “Toto” Carrera, vecino de Kevin.

 

 

 

 

“Siempre nos divertíamos en la Plaza Kevin. Él trataba de andar en bici, yo lo empujaba y no le importaba si se caía, siempre se volvía a subir. De más chicos jugábamos a adivinar cuál iba a ser el próximo programa en la tele; no me daba cuenta que, por ejemplo, en Cartoon Network ponían un cartelito anunciando lo que pasaría después. Entonces, él siempre ganaba. Un día le preguntamos cómo sabía: ‘Es re fácil, ahí abajo lo dice’”, Ariel, hermano de Kevin.

 

 

 

 

“Al ver el documental de Kevin es inevitable no hacer la relación con Santiago, sólo había 16 años de diferencia entre ellos. Es muy difícil no emocionarse con todas las imágenes que proyectaron de él. A ambos los une la injusticia de una sociedad integrada por poderosos que terminan con la vida de un nene y todos sus sueños”, Sergio Maldonado.

 

 

 

 

“En mi casa jugábamos a las escondidas. Cuando perdía, se enojaba. Ahora nunca pierdo, porque él era el único que me encontraba… No sé qué extraño más de él, lo único que quiero es que vuelva”, Marilyn, hermana de Kevin.

 

 

 

 

“Kevin era mi vecino en Zavaleta. Le gustaba jugar a la pelota y a los Power Rangers, e ir a la plaza. Era gracioso, pero también enojón; nunca hacía goles y se embroncaba, pero al rato estaba bien porque lo que más le gustaba era estar con sus compañeros”, Ayrton Oviedo, amigo de Kevin.

 

 

 

 

“Todo el tiempo se me viene a la cabeza el video en el que mi hermano está jugando al metegol en el comedor. Es de las pocas grabaciones que tenemos. Era un enano al que le encantaba ir a la placita, jugar a las escondidas, a la mancha, a la pelota. Y, aunque a veces hacía trampa, nos divertíamos mucho”, Azul, hermana de Kevin.

 

 

 

 

«Kevin era un chico humilde que irradiaba alegría. Siempre jugaba a la pelota y se la pasaba corriendo en el pasillo de la tira 4 de Zavaleta, que cada vez que caían tres gotas se inundaba. En uno de esos días me asomé por la ventana del kiosco porque se había ido flotando una tarima donde la gente se paraba. Justo pasó Kevin que, pese a estar tapado por el agua que salía de las cloacas, la fue a buscar. Después, no quería de premio ni una golosina, aunque le dije que se llevara al menos un chupetín. Nos reímos mucho», Noemi Corbalán, vecina de Kevin.

 

 

 

 

“Lo recuerdo con esa sonrisa a la que le faltaban los dos dientitos de adelante. No se le entendían algunas palabras que pronunciaba y era el más rápido en matemática. Llegaba a la escuela, te abrazaba y te daba un beso, era muy demostrativo. Eso es lo que me quedó de Kevin: su enorme cariño. Él la quería mucho a la bibliotecaria, no tenía problema en ir corriendo y subirse a los brazos de ella… casi como una actitud de bebé. Una vez, frente al cole, plantamos un árbol de ceibo. Ese día estuvo muy emocionado, le encantó meter la mano en la tierra, hacer el hueco para poner la planta y regarla”, Sofía, maestra de Kevin de segundo grado.

 

 

 

 

“En su último día del niño, Kevin me pidió una muñeca para regalarle a la chica que le gustaba. La busqué y se la conseguí. Después me contó su mamá que se la terminó regalando a su hermana… Ese recuerdo no se me va a borrar nunca, lo pienso y es como si lo viera ahí sentadito en el comedor. Él siempre se quedaba más tiempo, charlando. Yo lo amaba, era especial”, Nely Vargas, vecina de Zavaleta.

 

 

 

 

“Se la pasaba en la hamaca o jugando a la pelota, ponía todo su esfuerzo por tocarla y, sino podía, la seguía corriendo. Lo que más extraño es pelearle, porque él me devolvía la joda; con mis hermanitas Azul y Marilyn no era lo mismo, porque iban a contarle a mamá…”, Rodrigo, hermano de Kevin.

 

 

 

 

“Se me pone la piel de gallina cuando hablo de Kevin, era un nene que no tenía maldad. Una criaturita que jugaba de aquí para allá con sus hermanos, que me ayudaba en el trabajo de reciclaje, me traía las bolsas: ‘señor le traje latitas’, me decía. Pasaba, las dejaba y se iba contento a comprar caramelos. Era un angelito que hoy no está”, Cristian Ascurra, vecino de Kevin.

 

 

 

 

“Siempre venía y se quedaba con nosotras en el comedor. Para su ración siempre había ‘más queso’. Se reía, me tiraba el delantal, ‘yo ayudo’, me decía, y arreglaba la mesa o se ponía a servir la leche. Cuando estaba enojada venía y me hacía cosquillas, recuerdo esa sonrisa pilla y enorme que tenía. Ayer se me revolvió todo, ver su sonrisa tan linda, sentir el dolor, la emoción de su mamá y las hermanas. Veo su foto y me da mucha tristeza, porque aunque pasen los años, lo sigo extrañando”, Mabel Fernández, vecina de Kevin.

 

 

 

 

“Me acuerdo como si hubiera sido ayer cuando una compañera me contó que le habían pegado un tiro. Fue muy fuerte para sus amigos cuando se los dije. Fueron semanas enteras hablando de Kevin, haciendo dibujos que colgábamos en el salón. Muchos le escribieron cartas: le pedían perdón por alguna pelea en el recreo, por haberle dicha una u otra cosa, le decían que lo extrañaban. Charlando, un día llegamos a la conclusión que casi todos habían pasado por una situación parecida: algún tiroteo en una zona liberada por las Fuerzas. Todos, alguna vez, se habían escondido abajo de la mesa”, Yanina Parrotta, maestra de Kevin en cuarto grado.

 

 

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