Sábado 29 a la mañana, las calles y las tiras del barrio porteño de Zavaleta están vacías. Todos estamos metidos en nuestras casas escuchando la lluvia que empieza a caer, esperando que sean solo unas gotas. Porque se nos viene a la cabeza el recuerdo de lo que sufrimos hace 6 años con el último gran temporal.
Aquel 4 de abril 2012 nos sorprendió no sólo con mucha agua, sino también con fortísimos vientos. El barrio quedó devastado: perdimos la mayoría de nuestras cosas, las manos vecinas no daban abasto para ayudarse entre sí. Y ocurrió lo peor, la fatídica tormenta y la falta de intervención estatal nos arrancó una vida, a Facundo Correa, de 14 años. Un árbol que ya había sido denunciado como peligroso por la madre del chico, Cristina Correa, quien solicitó en 8 diferentes oportunidades que lo vengan a cortar, se quebró en medio del temporal y cayó arriba del cuarto donde estaba Facu, mostrándonos una vez más que somos víctimas del abandono.
Y ahora sí, lo incierto comienza a hacerse realidad, por las tiras se escucha el agua correr, y cuando nos queremos dar cuenta ya la tenemos adentro de nuestras casas. Nos filtra por arriba y sube desde abajo por las cloacas y los desagües tapados. No sólo nos moja y arruina las cosas materiales (colchones, muebles, ropa, etc.), sino que también nos inunda las ilusiones, nos ahoga la fuerza, porque otra vez hay que empezar de nuevo.
Cuando comienza a amainar salimos casa por casa, caso por caso, a ver cómo están nuestros vecinos y lo corroboramos. Se repite la misma historia, el agua helada por las rodillas, las cosas mojadas y el gobierno sin respuesta. La humedad penetra cada rincón de nuestras viviendas, el asma se vuelve moneda corriente entre los pibes del barrio, y las enfermedades de la piel, por el contacto con esa podredumbre, se hacen presentes. Pero entre nosotros seguimos resistiendo, nos compartimos los pocos colchones que nos quedaron, lavamos como podemos la ropa para que no se arruine, otra vez. Ayudamos al vecino que está peor a sacar el agua negra de su casa, nos embarramos hasta los codos, de eso que no sólo es barro, para destapar los fluviales, que la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS), que depende de la Ciudad, debería encargarse de mantener en condiciones, para soñar que la próxima lluvia no nos hará tanto daño.
Nos preguntamos ¿por qué? Después de 6 años nos siguen pasando las mismas cosas, y seguimos esperando lo que ya debería estar hecho, mejoras edilicias, mejoras cloacales, mejores desagües, instalaciones eléctricas seguras… En fin, urbanización.
Efeméride villera: Otro 29 pero de abril, de este mismo año, pasamos por una situación similar, aquella madrugada del domingo nos sorprendió con más de 30 cm de agua adentro de nuestras casas. Podrán comprender que esto no pasa cada 6 años, cada tormenta es un tormento, cada temporal una agonía. La responsable no es la lluvia, es la falta de obras, es la ausencia del estado. Esperamos el día que podamos contemplar nostálgicamente una lluvia desde la ventana, sin pensar en que estamos perdiendo todo. Mientras tanto acá seguimos luchando y resistiendo, porque o salimos a flote o nos ahogamos en el intento.