* Por Fidel Ruiz, vecino de la poderosa asamblea de Zavaleta, a su amigo Luis García, asesinado por la Policía Federal.
Pasaron nueve años desde que ya no estás, Luisito.
Todavía recuerdo ese 22 de agosto de 2010, como si fuese ayer, pasan los días, semanas y años, todavía se sigue sintiendo tu ausencia, la falta de tus chistes, de tu sonrisa.
Cuando te pienso, se me vienen a la cabeza los días de jugar a las bolitas en los pasillos, pasándote a buscar por tu casa e ir por todo el barrio. No te olvidamos, cómo hacerlo si crecimos juntos, pasamos toda nuestra infancia, transitamos el comienzo de la adolescencia en el potrero, con millones de desayunos y gaseosas de por medio. Fuimos creciendo, y algunas veces nos preguntamos cómo serías ahora, pensamos que ya serías tío, pero no sólo de tus hermanos y hermanas, sino de los pibes también.
Me acuerdo de ver tu gorrita en el suelo por televisión, esa mañana temprano, me levantaba para tomar unos mates, y se me vino el mundo abajo. Ahí se nos fue la infancia hermosa, sin entender por qué había pasado eso, teniendo que escuchar que los medios de comunicación hablen de vos sin conocerte, hablen de vos sin saber que en un campamento te elegimos mejor compañero. Eras el que ayudaba a todos, nunca te ponías por delante del grupo, un amigo impresionante, el que me alentaba cada vez que andaba mal, abrazándome y aconsejándome.
Hoy te busco en cada ronda de fútbol popular, mientras miro como los chicos entrenan y nos veo a nosotros, jugando al fútbol y estar en la canchita hasta que nuestras madres nos fueran a buscar.
De esto que pasó, de la mierda de perder a un amigo, de no tener más a un hermano, hay algo que rescatar: pariste la lucha de Alejandra, de tu mamá. Te veo en sus sonrisas, en su lealtad, en su dulzura contagiosa, en la lucha cotidiana.
No llegamos a cumplir nuestros sueños porque una oficial de la Policía Federal, disparó con total impunidad, eso nos hizo ver que este sistema está para violentarnos, que nos quieren hacer creer que todo lo que vivimos no vale un carajo, porque nosotros nunca fuimos «los peligrosos» y cuando los medios de comunicación hablaban mal de vos, no sabían que entrenábamos a los más chicos, que los fines de semanas íbamos a la asamblea del barrio, que hacíamos trabajo voluntario, que hicimos una plaza. Ellos hablaban, pero no sabían nada.
Ahora hay que continuar amigo, ojalá algún día nos volvamos a encontrar, en una cancha, vos de 6 y yo de arquero, pero mientras tanto, seguiremos ésta lucha que comenzamos hace quince años.
Te extraño Luisito y para encontrarte me voy hasta ahí, al medio de un arco, para esperar que patees y seguir entrenando.