En el Barrio Los Pumitas, de la zona noroeste de la ciudad de Rosario, hace tres meses nos arrebataron a Juan David. Él tenía trece años la madrugada del 29 de junio, cuando recibió una bala en la cabeza, disparada por una persona mayor en circunstancias confusas. Lo cierto es que muy poco nos importa tanto hecho difuso, cuando sabemos que a Juan David nos lo arrebató mucho antes un Estado que ante toda la vulneración de derechos, decidió mirar para el costado.
“Juan David era un chico muy alegre, divertido. Le gustaba pasar tiempo con los amigos, andaban juntos todo el día. Le gustaba mucho jugar al fútbol, él era hincha de River. También tenía una pasión por los animales. Cada bicho nos ha traído. Criaba palomas, de hecho siempre están acá las palomas que él trajo un día y hace poquito nacieron sus pichoncitos. Una vez nos trajo una iguana también, pero la tuvo que soltar porque adentro de la casa no estaba tan bien”, recuerda desde la nostalgia Antonio, su padre.
La jornada del sábado 28 de septiembre fue triste, pero compañera. La espera hasta que se arrancó dibujar el mural se vivió con ansiedad. Algunos meses atrás ya sabíamos el lugar: en el mismo pasillo donde nació, jugo y creció, donde lo vimos patear.
Empezamos temprano, para aprovechar la luz del día, y si bien no había mucha sombra y el calor del mediodía se hizo notar, nadie dudó a la hora de pintar bajo el rayo del sol. Entre ronda de tererés y de tortafritas amasadas por Alejandra, su mamá, todas y todos mandamos brocha y pintamos las letras que gritan que nunca lo vamos a olvidar: “Juan David siempre te llevaré en el corazón”.
Entre familiares y amigos elegimos la imagen y los colores que íbamos a pintar y el espacio que el mural iba a ocupar. Cada detalle fue la preocupación de quienes hoy sentimos el dolor de la pérdida más profunda, la de un hijo, un hermano, un amigo, un compañero del fútbol, un vecinito que iba al apoyo escolar ¡DE 13 AÑOS!, que hoy ya no está. “Para mí es muy importante estar pintando este mural hoy acá, en frente de mi casa, porque es la única forma en que lo puedo ver todos los días”, transmite con dolor Antonio.
Pintamos hasta que el sol se escondió, porque la falta de luz no nos dejaba continuar, y alumbrado público en esa parte del barrio no hay. Sin embargo, hasta el último rato que el sol nos acompañó la tarea se siguió y si bien no se pudo concluir se continuará en una próxima jornada.
Ante su ausencia, nos quedamos con una pared pintada con todo el amor que Juan David nos dejó en el corazón, con miles de preguntas, con mucho dolor y con la certeza de que fue víctima de un Estado abandonador.
Por los Derechos Humanos de ayer, de mañana y de hoy, ¡ahora también somos Juan David Godoy!