Acá estamos las villeras y los villeros de Santa Fe, las lesbianas, los gays y las travestis de cada rincón de este suelo litoraleño, organizando la primera Marcha de la Gorra en nuestra ciudad.
Acá estamos porque no queremos que hablan de nosotras y nosotros como delincuentes, chorros, mecheras o rateras. Nos negamos a que nos nombren como planeras, vagas y conejas. No nos bancamos que nos griten drogadictos, negros de alma ni de cuna. Somos empobrecidas y empobrecidos, y nos reivindicamos empoderadas y empoderados, soñadoras y soñadores de un mundo más digno de ser vivido, y de calles más piolas para ser transitadas sin ningún cacheo policial. Queremos ser llamadas y llamados artistas barriales, teatreros de la vida, murgueras y murgueros de las miserias sufridas. Construimos nuestra cultura como respuesta a la violencia de un Estado que nos hostiga y nos encarcela, buscando poesía en cada letra de rap creada tras cada maltrato policial.
Acá estamos porque somos las hijas y los hijos de los 90, descendientes directos de las políticas del hambre, gestadas y gestados en las Asambleas de vecinas y en las ollas populares de la resistencia. Acá estamos para denunciar la mano dura, esa doctrina barata creada por señores de traje y corbata. Somos el sueño en andas de una sociedad consumista y desigual, la sonrisa sin dientes de un terrible carnaval. Acá estamos marchando contra la doctrina neoliberal que asedia nuestra Patria Grande, porque un modelo hambreador sólo cierra con represión, como se está vivenciando en nuestra amada Latinoamérica. Acá estamos para gritarles al ritmo de los redoblantes que no somos ingenuas ni ignorantes: somos negras y negros laburantes, que nos rompemos el lomo para llevar un mango a casa.
Nos tenemos que bancar que nos paren todos los días por “averiguación de antecedentes”, ante la mirada de la gente. Las personas de los barrios empobrecidos no somos peligrosas ni peligrosos: estamos en peligro. El 90% de las víctimas de homicidios en nuestra ciudad provienen de nuestros barrios. La solución no es más represión: es trabajo, cultura y educación. Por eso organizamos nuestras cooperativas textil y de cocina, nuestros talleres de canto y percusión, nuestras clases de apoyo escolar y de alfabetización. Por eso organizamos el dispositivo de Control Popular, para cuidarnos de quienes nos deberían cuidar.
Hoy las oprimidas, los caídos del mapa de las oportunidades selectas, las obligadas a ser madres por la cultura patriarcal, los expulsados del sistema educativo, las perseguidas por la heteronorma, los renegados, las y los nadies, nos plantamos contra este Estado desigual y policial. Por nuestro derecho a vivir en paz, gritamos: ¡con nuestras pibas y nuestros pibes nunca más!