* Por Mónica Campoy, madre de Andrés García Campoy, asesinado por Gendarmería en Mendoza.
Andrés, mi hijito, era un joven de veinte años que estudiaba Seguridad e Higiene Industrial en Mendoza. El viernes 13 de junio de 2014 se dirigía por la ruta 7 de Luján de Cuyo, cuando un control de Gendarmería, dispuesto a la altura de la destilería, lo detuvo. Él llevaba consigo toda la documentación del vehículo. Tenía, además, una carabina Winchester de colección del año 1860, propiedad de su bisabuelo, que no funcionaba, pero que ante la necesidad, había decidido vender. Lo siguiente que sabemos es que Andrés recibió un tiro en la nuca.
Los médicos, que llegaron más de 40 minutos después en la ambulancia, no fueron informados del tiro que había recibido mi hijo. Dos gendarmes, Maximiliano Alfonso Cruz y Corazón de Jesús Velázquez, participaron de su asesinato. Sin embargo, la versión oficial aseguraba que Andrés se había suicidado con una carabina… ¡que no funcionaba! Sin evidencias de sangre adentro del auto, marcas de arrastre que indican que a Andy lo metieron en el auto luego de fallecido, un arma que no pudo causarle la muerte y una bala que ingresó por detrás de su cabeza, no hay suicidio posible.
Jorge Calle, el fiscal de la causa, al llegar al lugar, notó todos estos “detalles”, lo que explica que haya caratulado la causa como homicidio agravado. Sin embargo, el Juez Federal Walter Bento dictó la falta de mérito a los dos gendarmes. En ese momento me sentí absolutamente sola, sin fuerzas, me rendí. Pero el año pasado me topé con gente luchadora y organismos de Derechos Humanos que volví a gritar con fuerzas.
En febrero de este año, tanto tiempo después, se hizo la pericia del arma. Aún no están los resultados ya que por la pandemia se paró todo. Al retomar las tareas de la Justicia, el caso estaría listo para ser elevado a juicio oral. Hoy, a 6 años del asesinato de Andrés, todavía sigo luchando contra la impunidad, nada ni nadie me va a frenar, hasta que se haga justicia.