* Por Nacho Levy.

Otra vez, ese virus de mierda, el virus de la precariedad, el virus del aislamiento sin luz, el virus del protocolo sin agua, el virus del invierno sin gas, el virus de la desidia sin vergüenza, el virus de la diplomacia hipócrita, el virus de la justicia prepaga, el virus del periodismo para sí, el virus del trecho sin tacto, entre la verdad que proyectan sentados en una silla y la realidad que viene sufriendo la villa. «Ojo, el virus no entiende de clases», nos querían explicar cuando todavía no había una.comunidad completa para hisopar o cuando Neli hacía malabares para cuidar con amor a su marido, volando y regresando para darle calor a ese nido, porque ese amor siempre fue así, yo lo viví. Nunca lo vi patalear, ni gritar, ni maltratar, sólo compartir y sonreír, reciclando una medialuna o tarareando La Nueva Luna, casi sin pedir, casi sin hablar, casi sin protestar, ¡con todos los motivos que tenía! Puf, el Negro sabía, porque vio cómo crecía un barrio entero arriba del basural y porque no sólo jugaba como volante central cada fin de semana, también cuando algún pibe se mandaba una macana, también cuando había que llevar a Elián, ¡también cuando había que traer el pan! Tus asados, esos mates tannn azucarados, tus palabras, tus silencios, tu reloj de plastilina, tu piel de gallina, tus abrazos, tu paz y mi abrigo, ¡cuánta vida nos dejás, amigo! Pero cómo que te vas, si todavía me mirás y no quiero escribir, ni te quiero despedir, ni quiero llamar a medio planeta para decirle que se murió medio Zavaleta, un piolín sin careta, el compañero más compañero de la compañera más compañera, el padre de nuestro grito y el hermanito de otra mujer hermosa que también se volvió poderosa, dándoles de morfar a todas esas gargantas que nunca pudieron callar. ¡Gracias, Negrito! Te voy a extrañar y te prometo que voy a intentar, voy a confiar en tu dios, que ojalá tenga tu luz, tu aura y tu calma…

Yo quiero ser como vos,

Negro de alma.