Habrá que decirle que un día cambió la historia, por ser negro y presidente de Estados Unidos. Habrá que decirle que afianzando el bloqueo y sosteniendo Guantánamo también será un símbolo de la paz. Habrá que decirle ‘Yes, sir’, como siempre, como a todos. Y ahora parece que, además, habrá que decirle que un día cambió la historia de Cuba. Que él, un día, cambió la historia de Cuba. Que Barack Obama cambió la historia de Cuba. Que un presidente de Estados Unidos cambió la historia de Cuba.
“Dígale a las autoridades cubanas que comprendemos que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana. Pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar en claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios. Si no es así, habrá una profunda decepción”. Sí, se lo dijo Obama al Ministro de Relaciones Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, el fin de semana último. Pues bien, Mister President, permítanos disentir. Y si no, permítanos cagarnos bien de la risa. De José Martí a Fidel Castro, pasando por Máximo Gómez, Antonio Maceo, Juan Antonio Mella, Camilo Cienfuegos y cuanto revolucionario latinoamericano haya pisado este mundo, todos han de tener más crédito que cualquier presidente demócrata o republicano en la gestación de los cambios que se han producido en Cuba, desde que dejó de ser la azucarera de Europa y el prostíbulo del Imperio.
I’m sorry. Las cosas en Cuba empezaron a cambiar un rato antes de su llegada a la Casa Blanca; un rato después del fuego que acabó con Fulgencio Batista y con la influencia estadounidense en las políticas de Estado de una nación que ahora crece digna y soberana. La historia está absuelta como juez imparcial. Dice la historia de la historia, que la historia se encarga de absolver a los mártires, a los embajadores del pueblo, como absolvió a Fidel, por acabar del mismo plumazo con el genocidio y con la United Fruit. Pero difícilmente se encargará la historia de otorgar un lugar de privilegio a un mártir inmóvil de saco y corbata, que pretenda dilatar con diplomacia la efervescencia revolucionaria del pulmón latinoamericano.
Hoy se condena el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos sobre Cuba, en la Organización de las Naciones Unidas, por decimoctavo año consecutivo. Y el premio Nobel de la Paz tiene la oportunidad inmejorable de levantar para siempre las medidas restrictivas que impone el bloqueo a la isla, junto a la base de Guantánamo, el único lugar de Cuba en el que los derechos humanos se violan con impunidad, a las órdenes del imperio y no de Fidel. Los que hacemos La Poderosa le damos alguna envergadura mayor a la hipocresía intenacionalista que al sorteo de la sede de los Juegos Olímpicos. Pero en eso no logramos ponernos de acuerdo con las grandes cadenas de comunicación, que se emocionan con Río 2016 y tiemblan con Cuba 1959. Pareciera, por algún motivo, no resultarles atractivo el ejercicio de reflexión necesario para hacer ejecutiva la posición explícita de la votación en la ONU: ¿No se oye bien el eco creciente del grito que expiden las Naciones Unidas desde 1992, cuando 59 países rechazaron el asedio, ante sólo 3 obsecuentes y 71 abstenciones? ¿No resulta suficiente para la concreción del mensaje el avasallante resultado del 2008, con 185 naciones repudiando el bloqueo, ante apenas 3 colonias y 2 abstenciones? ¿Ha provocado Cuba más de 600 atentados contra un presidente norteamericano? ¿Ha financiado Cuba movimientos que intentaran derrocar al gobierno yanqui? ¿Ha Cuba bloqueado económicamente a Estados Unidos? ¿Ha invadido sus costas para atentar contra los intereses del pueblo? ¿Ha tomado sus tierras para instaurar una base militar, donde sí se violan los Derechos Humanos?¿Se pueden considerar bilaterales las normas prohibitivas de un país sobre todos los demás, en perjuicio de uno más? ¿Se puede considerar bilateral el terror mundial frente a la amenaza permanente de un bloqueo económico del imperio? ¿Quién es quién? ¿Quién ataca a quién? ¿Quién le teme a quién?
Si bilateral entienden la cuestión del bloqueo, mejor que entiendan a Latinoamérica unida en este lateral, de frente al imperialismo yanqui. Zapatero a sus zapatos, si lo que pretende el español es mediar entre Obama y Raúl, en vez de exigirle al Gobierno norteamericano que dé marcha atrás con el ataque permanente a la isla. El pueblo de Cuba, vía Gobierno, vía Fidel o vía Raúl, ha mantenido históricamente una gran predisposición al diálogo o al debate, que por supuesto jamás aceptó George W. Bush. A cambio, incrementó las medidas de hostigamiento y reforzó el bloqueo económico, impuesto hace ya 47 años. Por tanto, que Obama haya corregido los límites que existían para las visitas a Cuba de los cubanos-estadounidenses y los topes máximos que regían el envío de remesas desde Estados Unidos cae bien, pero no alcanza. No ha empezado siquiera la política de descompresión que esperamos para el bloqueo criminal. Aun hoy, un buque de cualquier ciudad del mundo que recale en el puerto de La Habana no podrá recalar en Puerto Norteamericano, hasta 180 días después. Y los millones de dólares que el embargo le ha quitado a la Revolución se cuentan de a cientos de miles por año. Pero incluso así, crece, y crece, y crece, la Universidad Latinoamericana de Medicina, donde se hace vida la muerte de tantos jóvenes asesinados por la lógica imperialista. Nada sobra en Cuba, más que la capacidad de compartir lo que hay.
Sería un extraordinario ejemplo de tolerancia internacionalista la comprensión de Washington respecto de los tiempos que requiera Cuba para desarrollar las transformaciones que quiera Cuba. Las que quiera Cuba. No se trata de no poder cambiar las cosas de la noche a la mañana. Se trata de no querer cambiarlas. Y aunque suene insólito, aunque padezca de amnesia, aunque no valga la pena, permítase también, Mister President, darse una buena nueva, que ha de ser más buena que nueva para la conciencia latinoamericana: se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana. Nosotros lo aprendimos el 1º de enero de 1959.