Todos nosotros…
Los que algún día fuimos acosados por vos.
Los que siempre arrasamos tus tortas fritas.
Los que nunca amasamos tus empanadas.
Los que cargamos el peso de tu olla con diez litros de mate cocido.
Los que descargamos con tus cargadas.
Los que celamos tus escenas de celos.
Los que cenamos con tu amor a domicilio.
Los que lloramos con tu fiesta sorpresa.
Los que compartimos las rondas de domingos, entre visibles e invisibles.
Los que cantamos cual Romeo, bajo la sombra de tu balcón embanderado.
Los que reímos con la primera calco de La Poderosa, en la puerta de tu vieja casilla.
Los que celebramos que cambiaras de casa, y no cambiaras nada más.
Los que encontramos, siempre abierta, la puerta de tu hogar.
Los que encontramos, siempre abiertos, los brazos de tu alma.
Los que devoramos las enseñanzas de tu juventud.
Los que te saludamos yendo a la feria, con tu equipo de gimnasia.
Los que te saludamos yendo de camping, con tu equipo de fútbol.
Los que inflamos el pecho al verte poner el pecho, para defender a tus amigos.
Los que suspiramos al verte poner el pecho, para defender nuestro lugar.
Los que usamos tus parlantes, para hacernos escuchar.
Los que saboreamos jarras y jarras de tu horrible jugo de chicle.
Los que entendimos el perdón a tu vieja.
Los que admiramos la entrega a tus hijos.
Los que nos enamoramos de tu amor con tu amor.
Los que pintamos nuestros días mirándote pintar tus adornos.
Los que miramos esos diez mil cuadritos, para que todos vieran a tu familia.
Los que espiamos esos diez mil tatuajes, para que todos vieran a tu familia.
Los que abrimos los ojos con tu mirada del barrio.
Los que abrimos el barrio con tu mirada a los ojos.
Los que aprendimos de grandes escuchándote hablar con un chico.
Los que compartimos tu odio visceral al paco.
Los que secamos las lágrimas del piberío.
Los que festejamos tu victoria diaria, durante veinte años.
Los que mamamos tu fuerza, tu tremenda fuerza.
Los que endulzamos la mañana con tus mates dulces, dulces, dulces.
Los que te tomamos como remedio, entre tanta enfermedad.
Los que atendimos tus llamados, para nada, para nada más que escucharnos.
Los que subimos a la combi para verte conquistar al chofer.
Los que te vimos libre, juntando caracoles.
Los que peleamos por tu espíritu peleador.
Los que conciliamos por tu espíritu conciliador.
Los que sufrimos tus chancletazos, como despertador.
Los que consumimos tus poesías, como despertador.
Los que solíamos escuchar de tu ayer.
Los que seguimos escuchando de tu mañana.
Los que no dimos a luz grandes pensadores.
Los que nos contagiamos de tu esperanza.
Los que te disfrutamos como mamá.
Los que te adoptamos como mamá.
Los que aprendimos de vos el respeto a la diversidad cultural.
Los que hoy le rezamos a tu dios.
Los que charlamos horas y horas, sobre tu vida y la del Che.
Los que combatimos por una salud para todos.
Los que extrañamos que preguntes por los que no están.
Los que adoramos que preguntes por los que ni llegaron.
Los que odiamos todos los souvenirs, menos los tuyos.
Los que pedimos más de tu pizza, pero sin tanta cebolla.
Los que aceitamos tu humor con nuestra torpeza para cocinar.
Los que sanamos viendo cómo alegrás a los enfermeros.
Los que nos sentimos tus amigos de la esquina, porque nos rescatamos.
Los que nos sentimos tus amigos de la esquina, aunque no nos rescatamos.
Los que sonreímos, aun en el dolor, al pensar en vos.
Los que nos jugamos.
Los que no juzgamos.
Los que nos tentamos oyéndote delirar a tus fugaces cónyuges de habitación.
Los que necesitamos tus charlas con el enano.
Los que preveíamos la caravana de chicos para decirte “hasta luego”.
Los que reivindicamos tu diplomacia con los punteros.
Los que leímos que “esto no es la llegada, sino un punto de partida”.
Los que amamos Zavaleta.
Los que te amamos.
Los que vivimos a La Poderosa como un modo de vivir para siempre.
Todos nosotros, sabemos que ya nunca te irás.
Por dios.
«los que sin conocer, hoy se emocionaron y lloraron»