19 diciembre, 2007
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A orillas de la utopía

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Los pies no sentían la arena, mezclada con la utopía entre los dedos, y la mirada en la inmensidad del agua se desconcentraba en la conmoción de estar ahí unidos, por el esfuerzo del barrio, por la colaboración de los vecinos, por el compromiso de todos, por la fuerza de los pibes. Exactamente 41 caritas de Zavaleta, y 11 vecinos mayores, pisaron al unísono la playa de Mar Azul, algunos para conocer el mar y otros tan sólo para ratificar que, mientras no bajemos los brazos, no nos habrán vencido.
Los redoblantes reparados especialmente para la ocasión por algún padre, junto a las guitarras y la euforia de volver a un campamento, hicieron del viaje de ida un viaje en sí mismo, que nació el sábado a las 4 de la mañana, con despedida en el barrio y con códigos a respetar, claro. Bien lo sabe Mocola, que tras haber aguantado despierto la noche previa, se durmió en el micro habilitando al resto de la delegación a dibujarle un mapa con división política en cada cachete. Todo sonrisas, todo amistad, todo alegría, camino a Villa Gesell.

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Al llegar a Gesell, eso sí, recibimos una noticia inesperada: “El camping que reservaron queda en Mar Azul, como su nombre lo indica: ‘Mar-Azul’”. Tras 7 horas de viaje, el recorrido se estiraba entonces un poquito más, pero bueh, Gé se le va a hacer, buen motivo para gastarnos un rato y para reírnos de nosotros mismos, camino a una experiencia que hubiera sido igual en la Quiaca o en Tierra del Fuego. En pleno bosque, y a metros del mar que se extrañaba un año después del inolvidable San Clemente, se armaron las carpas, carpas para 65 personas que llegaron como respaldo al trabajo de los pibes de Zavaleta, un grupo de jóvenes que con su lucha despertó la reacción desinteresada desde el anonimato de más de 150 socios de La Poderosa, y de otras tantas manos anónimas. Así también, consecuencia del laburo barrial, aparecieron las bolsas de dormir para todos, los 200 panchos, los 6 kilos de aderezos, los 30 pollos, los 10 kilos de fideos, los 15 kilos de arroz, las 36 cajas de leche, los 18 sobres de cacao, los 100 sobres de jugo, la carne picada, la papa, la ensalada, los 8 kilos de puré de tomate, las cajas de galletitas, los alfajores, las gaseosas, las ojotas, el micro, el camping y el empuje fervoroso de tantos voluntarios, que no planean, vuelan.

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Parecía imposible esta vez. La aguja del tanque de nafta temblaba en zona roja, en el epílogo de un año con demasiados baches, pero al ir La Poderosa siempre detrás del barrio, no hay modo de frenar cuando el barrio va para adelante. Por eso, los pibes de Zavaleta pisaron la playa, pasado el mediodía del sábado. “Palo, palo, palo, palo bonito, palo eh, eh-eh-eh, ¡vamo’ a la playa otra vez!”… Y que esta parte la escriban otros.
Porque nosotros no sabemos hacer letras la explosión de la caravana popular, tras la subida al médano, cuando apareció el mar poniéndole cierre al horizonte. Quién sabe con cuál palabra se explica esa locura que nos llevó a todos a salir corriendo desesperadamente hacia todos lados. No se puede narrar como si fuera algo narrable la cara de Nico corriendo por la orilla, hacia un costado y hacia el otro, para ir “hasta allá, donde están las cataratas, porque ahí, ¿ves?, allá lejos, vienen las cataratas, donde termina el mar y se cae todo para abajo”.

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No le alcanzaban los ojos. La cara de Nico tenía un gesto de felicidad que se estuvo gestando durante un año, desde aquella tarde previa al campamento en San Clemente, cuando reconoció haber mentido con su edad y no estar en condiciones de viajar. La sinceridad lo dejó afuera de aquel viaje, por ser justo con los demás compañeros de su edad, pero lo metió en el corazón de todos los que ahora nos abrazábamos con él adentro del mar, en una ronda de locura, de saltos, de amigos, de sueños, a la que el paco debiera temer. “Ohhhhhhhh, Zavaleeeeeetaaaaaaa…… Es un sentimientooo, no puedo pararrrrrrrrrr”.
Todavía nos cuesta entender cómo es que se resistía las ganas de cantar con nosotros, el guardavidas que nos tocaba el silbato cada dos por tres, cual murguero, pero envidioso. Vino el fútbol playero, el mate, la guitarra, y por allá, ¡un jeep! Inolvidable. zm12.jpgPor la onda de unos amigos espontáneos, la bandada de 41 blancas palomitas recorrió los médanos sobre enormes ruedas, poco antes de merendar. Y como dice Luis, “estuvo reee piloliiiita”.
Después, a ducharse, y a cenar. Pollo y arroz, como prólogo de los juegos nocturnos, que lejos de dar el nocaut de cansancio, colectivizaron el insomnio entre los valientes: escondidos padres y voluntarios por el bosque, Zavaleta se repartió en cuatro grupos a la búsqueda de diferentes cartas y, como símbolo del coraje que unió a los expedicionarios, quedó la imagen de Joaco, solo, encarando entre las ramas del lúgubre paisaje. Silencio catedrático. No más ruido que el vuelo de algún murciélago. Frío y oscuridad. Nadie con quién hablar, más que interminables árboles y sólo una presa escondida, que presenciaba –y disfrutaba- la escena. Joaco avanzaba, valiente, decidido, cazador, hasta que se movió una rama y su grito, destinado a él mismo, estremeció antes de la estampida: “¡Tomatelaaaaa, estoy todo cagadoooooo!”. Se fue. Corriendo.

azul8.jpgA madrugar el domingo, para aprovechar bien el día. Tras la derrota de Boca, que algunos siguieron desde temprano con una radio entre las carpas, el tío Pilo se llamó Pirlo, y la caravana arrancó para la playa otra vez. Hubo fideos con estofado al mediodía, y fútbol, y tenis, y mar, y mate, y música, y rugby, y muchas risas, hasta la hora de la cena. Una vez más, un grupo estuvo encargado de servir los platos, mientras otros preparaban la leña del fogón, que nos volvió a iluminar.
Sobre todo lo que vino a orillas del fuego, que también escriban otros. No se puede explicar el fastidio con el que llegábamos a esa ronda, después de 72 horas sin dormir, insolados y muertos de frío a la vez. Para colmo, la modorra se había apoderado de los cuatro grupos que debían exponer sus respectivos sketchs y la llama parecía extinguirse antes de empezar, pero entonces saltó Robin, para contagiarnos a todos con el Top Five del campamento, en “Mar Azulllllllllllll”, con tono cumbiero. Minutos después, un trensito poderoso de chicos y vecinos de Zavaleta giraba en torno al fogón, saltando y gritando. Atrás, la guitarra, los regalos, los proyectos, las lágrimas.

zm10.jpgAsí fue nuestro año, no pudo haber habido un gráfico mejor. Hubiera sido lindo un fogón redondito de principio a fin, pero no hubiese sido tan real. No fue fácil este 2007 para Zavaleta, ni para La Poderosa, pero con o sin aire, con o sin dolor, seguimos luchando y seguimos de pie, con mucho sembrado que nos impide caer y con mucho por sembrar que nos obliga a avanzar. Quizá por eso, el frío se hizo calor y la llama se levantó, regada de emoción. No sabemos si el 2008 será más lindo o más feo, más fácil o más difícil, más alegre o más triste. Pero pase lo que pase, será un nuevo año de construcción, porque esta lucha no tiene fin. Zavaleta va para adelante y esta moto lo sigue atrás, hasta la victoria siempre.

UN FOGON, Y 41 PODERES

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Otra vez nos veíamos las caras en penumbras ahí, llama mediante, para pensar en lo que pasó y en lo que va a pasar. Mucho más que dos días de campamento, se condensaban en un fogón que pretendía sellar un año cargado de emociones, de las lindas y de las otras. Fue el año del derrumbe de buena parte del barrio con sus rincones irrecuperables; de lesiones varias; del alejamiento de compañeros importantes; del adiós al Fútbol Callejero; de algún partido suspendido con los amigos de San Blas; de la represión a los vecinos por reclamar que se cumplieran las promesas de viviendas dignas… Sí, pero también fue el año de la consolidación de un grupo de amigos que saca el paco a los pelotazos; del debate que generó el consenso para que Mati representara al grupo en un viaje; de la creación de la Liga del Fútbol Popular; de las jornadas mensuales con partidos, comida, arte y amigos, hechas a pulmón; del conocimiento de la comunidad toba; de la charla cara a cara con el Goyco; de las tardes de teatro; de las manos de pintura; de las rondas de capoheira; de los jueves de recreación; de los miércoles de guitarra; de la duplicación de jugadores de Zavaleta; del arreglo de la canchita con el trabajo voluntario de los vecinos; de la mudanza importantísima de tantos compañeros; del nacimiento del equipo del Poli de San Blas con la ayuda de los pibes de Zavaleta; de la racha inolvidable de victorias en Piraña; del afianzamiento de los encuentros entre semana; del día en que un amigo tiró un paco porque se metió en un picado; de la presentación y aprobación de los proyectos que soñábamos para nuestro fútbol, nuestra murga y nuestra revista comunitaria; del acercamiento de los vecinos al corazón del grupo; del regreso del enano a vivir con su familia; y de tantas cosas más, que nos pusieron otra vez ahí, de cara a todos, de frente a un fogón.

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Y entonces nos pusimos a recordar, y una vez más, nos sentimos poderosos. Porque pese a todo, seguimos adelante. Porque pese a todo, seguimos soñando. Y porque pese a todo, se volvieron a encontrar los chicos de San Clemente, salvo 3 que no pudieron estar por fuerza mayor, más 21 compañeros nuevos, que le siguen poniendo nafta a esta banda de amigos, que pelea día a día por un barrio de Zavaleta mejor, lleno de alegría y lleno de proyectos.
Ahí, en la canchita de Iriarte, en el comedor de Nelly y en las tiras del barrio, chicos, padres y compañeros de La Poderosa hemos ido mamando de este grupo de pibes más grandes, que conduce la transformación, la existencia empírica de esos poderes que una y otra vez nos quieren negar, u ocultar. Y por eso, en una noche inolvidable, la última del campamento, llegó el reconocimiento a cada uno de ellos, un recuerdo y letras chicas que cayeron hechas lágrimas en el corazón del grupo, para resaltar los poderes que, por diferentes historias, cada uno nos ha enseñado a vislumbrar, para llenarnos de orgullo, de esperanza y de ganas de compartirlos con todo el mundo.

fogon.jpgCORE: El poder de jugar.
MATI: El poder de la legitimidad.
CHINO: El poder de sembrar.
ROBIN: El poder de sumar.
TATI: El poder de la frescura.
MAYRA: El poder del coraje.
TELEFENO: El poder de la solidaridad.
EZEQUIEL: El poder de la creatividad.
RONAN: El poder de la magia.
JOACO: El poder del regreso.
DANI: El poder de la ternura.
JONY PEQUE: El poder del corazón.
GERMAN: El poder de la paz.
IGNACIO: El poder del futuro.
BRIAN: El poder de querer.
SEQUI: El poder de crecer.
GUSTAVO: El poder de la unión.
FRANCO: El poder de la coherencia.
MOCOLA: El poder del contagio.
MIGUEL: El poder de la integración.
VICTOR: El poder de la espontaneidad.
CARLITOS: El poder de la ilusión.
SEBA: El poder de la esencia.
NICO: El poder del compromiso.
HORA: El poder de la constancia.
ARIEL: El poder de la madurez.
GUADA: El poder de la pasión.
MARIANO: El poder del tiempo.
TOTA: El poder de la personalidad.
FACU: El poder de los sueños.
NICO ARQUERO: El poder de la voluntad.
MAXI: El poder de la alegría.
JONY: El poder de la amistad.
ELISEO: El poder de la sencillez.
TOSHIRO: El poder de la actitud.
TORTU: El poder de la construcción.
LUQUITAS: El poder de la chispa.
CHEVECHA: El poder del refuerzo.
PELA: El poder del entusiasmo.
LUIS: El poder de la bondad.
FIDEL: El poder del compañerismo.

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3 comentarios sobre «A orillas de la utopía»

  1. Mis Queridos Compañeros y a ustedes por no perder el poder de hacer estas cosas y darle el mejor sentido a esta palabra .
    los quiero a todos; Vamos por muchas cosas mas …
    un abrazo silvi

  2. Todo es posible y lo lograron!!! La felicidad del regreso con la tarea cumplida y la vivencia imborrable de haber conocido el mar por primera vez para muchos. Cuanto amor y trabajo ponen cada día para que La Poderosa siga adelante con sus proyectos. Reconforta mi espíritu leer lo vivido por ustedes. Cada año un nuevo desafío, asi se contruyen nuestras vidas. Los admiro!!!

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