9 abril, 2009
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El día de los lápices

 

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Si alguien que no sabe leer ni escribir, según la Real Academia Española, debe definirse como un analfabeto, un ignorante, sin cultura, o profano en alguna disciplina, al menos resulta curioso que, pasados más de cinco siglos, no hayan sonado en todo el mundo las alarmas mediáticas que tan eufóricamente reaccionan ante crisis morales mal llamadas financieras. Quizás haya que recurrir a un gran pensador para obtener una definición más justa del analfabetismo. Tal vez haya que pedirle a Leandro que nos agrande la mente y los ojos, como cuatro años atrás, cuando en plena tarde de apoyo popular estableció que el antónimo de libertad debiera ser no comer. Por ahí, haya que insistirle a Claudio para que nos ilumine con una conclusión más acertada y nos libere la imaginación con alguna de sus espontáneas teorías, siempre tan prácticas. O a lo mejor, haya que apelar a la inocencia de un soñador como Ronan, o a la madurez de un observador como Osmar, para que nos develen el porqué de esta epidemia tan poco mediatizada que, malintencionadamente, se ha expandido y sostenido a lo largo de la historia de América Latina, como un dengue importado del imperio, que la gran fumigadora cubana ha sabido afrontar.

«Se trata de querer», suele enfatizar el más acérrimo enemigo del analfabetismo sembrado para cultivar la dominación. Porque poder, se puede. Se pudo en Cuba, cuando su pueblo lo decidió, y poco a poco se va pudiendo en distintos coágulos de nuestras Venas Abiertas, como se puede en Zavaleta, donde el plan de alfabetización cubano Yo Sí Puedo se puso en marcha el viernes último, tras un extenso relevamiento territorial, sobre el asiento de La Poderosa.

 

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El primer curso de alfabetización, dividido en dos grupos, ya está escribiendo su historia desde una biblioteca popular, donde el cuadernillo de proyectos se irá llenando a lo largo de tres meses, en dosis de tres encuentros semanales. Y el entusiasmo, entusiasma. No alcanza con leerle la cara de alegría a ella, para advertir la felicidad que le causa ser participante convencida de su propia realidad. No son suficientes las letras del abecedario para describir la ilusión que motiva su sueño de seguir estudiando y recibirse de asistente social. Ni basta la sonrisa de él, que a sus casi 50 años asiste con su hermana para, juntos, por fin sacarle punta al presente y empuñar los lápices que nos permitirán componer el futuro.

Pronto, con el bagaje de esta experiencia, el motor vecinal de La Poderosa se dispondrá a iniciar nuevos relevamientos, en la villa 21 de Barracas y la villa 31 de Retiro, donde también urge la necesidad de darle vida al Yo sí puedo y de sumar voluntades para librar a nuestras tierras de la pandemia más injusta de la humanidad.

Ya no nos detendremos. Se trata del principio de un sueño impulsado por el internacionalismo solidario y el acervo latinoamericano, que ha motorizado la transformación social en pueblos ya libres de analfabetismo y que alcanzará, como La Poderosa, cada rincón de Latinoamérica.

 

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1 Comentario;

  1. Buenas!
    Los felicito por su laburo!
    Y les cuento que el yo sí puedo en la Villa 21 ya viene trabajando, les paso el contacto porque sería genial charlen con ellos les paso el mail de una de las personas lauberoldo@hotmail.com.
    saludos!
    Bárbara (del YSP Barracas)

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