La precariedad y la marginación en la que subsisten, o mueren, los supervivientes de la Comunidad Qom, en el impenetrable chaqueño, estremecen por estos días a la masa de televidentes y la elite de conductores, en los programas pensados para vender estremeciendo. Y en otros, que dan bronca, y si la dan gratis les será rentable también. Estremecen, hasta que alguien pide la tanda.
No son números de crecimiento, ni superávit fiscal, lo que esperamos para creer que es cierto que camina hacia delante nuestra América Latina. La piel colgando de los huesos de la clavícula y el hambre, perpetuando el trabajo de los grandes conquistadores de los manuales de grado, parecen haber logrado, al menos por unos días, un llamado a la solidaridad desde un cuadrado electrónico, que segundos antes vendía jabón en polvo y segundos después nos invitará a soñar con la reactivación del país y las elecciones democráticas, que dejan en el pasado a la muerte de Fuentealba, como dejarán en el futuro a la recuperación del respeto a los pueblos originarios.
Duele, el Chaco, por estos días, y duelen las palabras conmovidas que sólo duran hasta el corte, o hasta que el agua fresca y pura, lave el maquillaje. Porque no se trata de pedidos extraordinarios, y ni siquiera se trata de los pedidos ordinarios. Los tobas no están exigiendo celulares y ni siquiera están llamando a la conciencia por la fuerza para que no se sigan violando a las tierras que sus ancestros han cuidado y sus manos han cultivado. Están pidiendo agua. Agua. Están pidiendo agua.
Mientras el rating compara la hipnotización del reality con la sensibilización marketinera de la cara de un bebe desnutrido, en Derqui, provincia de Buenos Aires, 32 familias hablan el idioma Qom, entre artesanías e instrumentos que sostienen a la distancia la lucha por su cultura y su historia. Justamente para difundir tanto de lo que tan poco nos han contado, los compañeros tobas participaron de la tercera jornada de Fútbol Popular, con talleres de artesanías impresionantes y con el relato de experiencias que heredaron de sus abuelos.
De su abuela precisamente, que murió a los 112 años, Clemente recibió las enseñanzas de vida que lo hicieron dirigente y el cacique de una comunidad que se instaló hace algunos años en el cruce a José C. Paz, luego de haber vivido en situaciones de extrema pobreza, en Chaco primero y en Fuerte Apache después. Hoy, con la bandera del trabajo, el respeto a la naturaleza y la paz como una premisa indispensable, la “familia grande” busca recursos para ayudar a los más necesitados hermanos del Chaco, donde el hambre no acecha, mata. Y caen algunas donaciones, pero no hay transporte. Y cae un molino, finalmente un molino, pero no hay transporte. Se necesita comida, y se necesita transporte.
Aunque el torbellino pretenda confundirnos, percibimos que debiera haber alguna relación entre el bebe desnutrido, que sostiene un niño toba en brazos, y el rumbo que lleva el país. Creemos que hay un canal de comunicación entre nuestro afán de crecer como seres humanos y la posibilidad concreta de volvernos a la lucha para cambiar esta realidad. Creemos que no puede faltarle ayuda a Clemente y al Chaco, ni mucho menos un transporte para trasladar lo que han conseguido con el esfuerzo de la comunidad, y no por la obligación del Estado, ni la mano caritativa de alguna entidad benéfica.
Si el gobierno provincial reconoce que no aporta agua, “pero sí féretros”, y el gobierno nacional dice que “estamos creciendo”, ¿alguien puede explicarnos por qué, a 500 años, no se detiene el genocidio sobre los pueblos originarios? Al menos, quisiéramos entender por qué Clemente no consigue un camión.
El teléfono de Clemente es: 02322 487 389.
es triste ver lo mal que puede estar una vida,y es peor lo que causa ver esta realidad en un niño,pero esa es la realidad actual… algo debemos hacer!..pero que?